A pesar de ello, las soluciones que se pueden adoptar para reducir ese porcentaje siguen sin cuajar. Los fabricantes líderes en cemento, como el suizo LafargeHolcim y el brasileño Votorantim Cimentos, encuentran muy pocas empresas constructoras dispuestas a abrazar alternativas más verdes, publica Bloomberg. Algo que pone en evidencia lo difícil que está siendo mantener a raya los gases de efecto invernadero allí donde se utiliza este material de construcción.
No es que las constructoras no quieran construir un mundo más limpio. Es que no quieren pagar más.
"Por ahora la demanda de materiales sostenibles es demasiado pequeña. (…) Me encantaría ver cómo la demanda crece. Hay muy poca concienciación de la cantidad de emisiones de carbono que se producen cuando se construye un edificio", ha explicado a Bloomberg Jens Diebold, jefe del área de sostenibilidad de LafargeHolcim.
¿Por qué el cemento emite tanto CO2?
El cemento —que es lo mismo que el concreto salvo por ciertos aditivos— se obtiene mediante la descomposición de la piedra caliza y de otros materiales calcáreos. Esa descomposición produce clínker: un material granulado y el principal componente del cemento común, también conocido como cemento Portland.
El problema reside en que, por las características de la piedra, para obtener clínker es necesario someterla a más de 1.400 ºC. Es ahí donde el clínker libera el carbono atrapado en su interior. Cuando el carbono entra en contacto con el aire, se convierte en CO2, que asciende a la atmósfera y contribuye al efecto de gas invernadero.
Sin embargo, no es solo el carbono que contiene la piedra el culpable de las emisiones de CO2. Lo es también el propio proceso de producción, que requiere de un calor intenso en el que se invierte muchísima energía para los hornos que calientan el material. Con esa energía también se emite carbono.
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¿De cuánto dióxido de carbono estamos hablando?
Según la Asociación Europea del Cemento (Cembureau), por cada tonelada de material se libera, como mínimo, media tonelada de CO2. Es más que lo que produce un automóvil yendo de Nueva York a Miami, señala Bloomberg. Las cuentas son sencillas: un solo camión mezclador de cemento u hormigonera puede transportar 13 toneladas de cemento. Así que cientos o incluso miles de toneladas se transportan cada día.
Preocupación internacional
Las dimensiones del problema han empujado a organizaciones como la Agencia Internacional para la Energía (IEA) y a los miembros del C40 —organismo que aglutina a las ciudades más grandes del mundo— a abordarlo. Según la IEA, la producción de cemento aumentará entre un 12% y un 23% para 2050. Se está buscando cómo reducir el impacto.
"Es muy difícil. (…) Lo que podemos hacer es empezar a llamar la atención. Estamos exigiendo a los desarrolladores diseñar la hoja de ruta para una economía circular en la que se explique cómo piensan reducir, usar y reciclar materiales", dice la teniente de alcalde de Londres y miembro del C40, Shirley Rodrigues, citada por Bloomberg.
Hay alternativas
Las hay, pero siguen siendo caras y la reacción es la misma. LafargeHolcim es el segundo productor mundial por capacidad. Una vez lanzó un sustituto del cemento libre de carbono. Pero era más caro de producir. Sus clientes "eran muy sensibles al precio" y no mostraron interés alguno, lamenta Diebold.
"Hay derivados del cemento con un impacto medioambiental más reducido, pero a menudo cuestan más que los de siempre. (…) En el sector europeo de la construcción se ponen pones objetivos estrictos, pero a veces se habla mucho y se actúa poco", dice Lernnart Henriz, un directivo de la subcomisión de medioambiente de la Federación Europea de la Industria de la Construcción.
El cemento verde puede costar hasta el triple de lo que cuesta el de toda la vida. Según una investigación de la Universidad de Carolina del Norte, un metro de cemento verde, llamado también cemento de geopolímeros, puede costar hasta 161 dólares. El metro de Portland cuesta unos 51 dólares.
Muchas empresas optan por ingeniárselas para reducir la cantidad de clínker del cemento. Otras, optan directamente por encontrar un sustituto.
Brasil, un ejemplo
Brasil es un país que avanza rápidamente en el sector, en parte debido a la disponibilidad de materias primas como la puzolana, un tipo de material silíceo y aluminoso que da como resultado un producto con las mismas propiedades técnicas que el cemento tradicional. El cemento del país presenta una de las concentraciones de clíker más bajas del mundo: por debajo del 70% en 2014 frente al 75% en Europa. El país latinoamericano aspira a reducir esa proporción hasta el 50% para 2050, según Votorantim Cimentos, uno de los mayores productores de América Latina.
En Europa y en EEUU el foco se está poniendo en la eficiencia y en el uso de combustibles fósiles alternativos para calentar la piedra caliza. La Asociación Europea del Cemento dice que sus productores ya obtienen el 44% de su energía de fuentes más limpias y que quiere llegar al 60% para 2050. En lugar de usar carbón, se está generando calor con neumáticos usados, con aceite mineral y con residuos industriales.
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Pero el problema es siempre el mismo. Que los constructores no quieren comprar un producto tres veces más caro si tienen alternativas. Como dice Tiffany Vass, responsable de evaluar las políticas tecnológicas y energéticas de la IEA, sin la acción de los políticos, el cemento verde seguirá siendo una alternativa poco atractiva para las constructoras.