Las conclusiones de la investigación, que se ha publicado en Nature Communications, son una advertencia de que el proceso implicaría que se liberase a la atmósfera el metano contenido en el interior del permafrost, capas de hielo ártico que nunca se derriten, a mediados del siglo XXI. Ese metano no se tiene en cuenta a la hora de calcular cómo será el clima en el futuro, por lo que este podría ser peor de lo esperado.
Los parajes helados del Ártico son la reserva natural de carbono orgánico más grande del planeta. El día que su hielo se derrita, los microbios de su interior podrán convertir ese carbono en CO2 y en metano, que más tarde ascenderán a la atmósfera y agravarán el calentamiento global, explica la NASA en su página web.
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El permafrost del Ártico es hielo que dura todo el año. Puede llegar medir hasta 80 metros de profundidad y, debido a la acción del hombre y al calentamiento de la atmósfera que de ella se deriva, se está derritiendo. El proceso, explica la NASA, descompone la materia orgánica del suelo ártico y los microbios se comen el carbono almacenado, de unos 2.000 y 43.000 años de antigüedad.