El mandatario estadounidense, Donald Trump, jugaba muy fuerte en esta partida, pues había amenazado con imponer un arancel del 5% a todas las importaciones mexicanas, que llegaría hasta el 25% si las autoridades vecinas no tomaban medidas drásticas para reducir el flujo migratorio.
La bomba fue desactivada gracias los buenos oficios del secretario (ministro) mexicano de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, quien fraguó un acuerdo in extremis con los estadounidenses que suspende indefinidamente los aranceles a cambio de contramedidas legales, policiales y sociales.
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El acuerdo
México se comprometió a modificar su ley migratoria, a desplegar 6.000 efectivos de la Guardia Nacional en su frontera con Guatemala y a trabajar para desmantelar las organizaciones de traficantes de personas, sus redes de financiamiento y de transporte.
El compromiso alcanzado también implica que México aceptará a los inmigrantes que Estados Unidos devuelva "sin demora" una vez que soliciten asilo en ese país y tengan que esperar la resolución de su trámite. Durante ese tiempo, México ofrecerá a los centroamericanos oportunidades de trabajo, educación, salud y protegerá sus derechos humanos. En tres meses es posible que retornen 50.000 migrantes.
Una subida arancelaria unilateral habría desencadenado una guerra comercial, fulminando el modelo de libre comercio, y habría afectado a un volumen de importaciones que alcanza los 350.000 millones de dólares anuales, causando un verdadero terremoto económico en México. Según los cálculos del Gobierno, una guerra comercial equivaldría a que el IVA subiera de golpe un 10%, se perdieran 1,2 millones de empleos y el Productor Interno Bruto (PIB) cayera al menos un punto.
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Fueron tres días de intensas negociaciones. Ebrard se convirtió en el héroe del momento. El titular de Exteriores admitió que la negociación fue "muy difícil y muy tensa" porque fueron recibidos a cara de perro, con las cifras del aumento de la migración y la propuesta de que México se convirtiera en un tercer país de asilo, opción que no fue aceptada.
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Lo que se vaticinaba como un desastre en toda regla para la joven presidencia de López Obrador, inaugurada el 1 de diciembre de 2018, terminó siendo un serio obstáculo superado. La táctica de apaciguar a la bestia, de enseñar la mano tendida en vez del puño, dio sus frutos. Pero ¿hasta cuándo?
Con el tiempo justo
Ebrard explicó que, si las cifras no se redujeran de manera significativa, tendrá que discutirse un plan que incluya al Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR) y a países como Guatemala, Panamá y Brasil, puntos clave del tránsito de migrantes. En ese caso, su departamento deberá recabar el respaldo del Senado mexicano.
"Estados Unidos y México no son vecinos distantes, comparten una frontera de 3.180 kilómetros de largo, con influencia cultural mutua, nuestros países están entrelazados en numerosos episodios de hostilidad, pero también de cooperación y entendimiento", declaró AMLO en el mitin patriota de Tijuana.
Tras recordar "el gran zarpazo de 1847", en referencia a la guerra que propició la independencia de Texas y la anexión por EEUU de los actuales estados de California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah, Colorado y parte del hoy llamado Wyoming, y "otras intervenciones" en el siglo XX, el estadista mexicano insistió en la amistad entre los gobiernos y pueblos de ambas naciones pues "en la actualidad, EEUU tiene unos 36 millones de mexicanos, de los que 15 millones son nacidos en México; esa población realiza un aporte fundamental para la economía y cultura del país vecino", enfatizó.
Vincular la subida de los aranceles a la gestión de la inmigración supone practicar un chantaje inadmisible que no sólo atenta contra la soberanía nacional de México, sino que también debería hacer reflexionar a otras naciones que dependen de la divisa, la tecnología y los mercados de capitales de la primera economía del mundo. Estados Unidos está dejando de ser un socio comercial fiable.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK