Nicolás Maduro se presentaba a unos comicios presidenciales adelantados en mitad de una ofensiva convulsa por parte de los partidos mayoritarios de la oposición que, a pesar de haber pedido en reiteradas ocasiones el adelanto electoral, finalmente decidió no presentarse. Así que sin Voluntad Popular ni Primero Justicia (son los partidos de líderes históricos de la oposición venezolana como Leopoldo López, Fredy Guevara, Henrique Capriles, Julio Borges y hoy, Juan Guaidó, —completamente desconocido en el momento de estos comicios—, entre otros) entre las opciones, el chavismo lo tendría relativamente más fácil porque ellos sí salen a votar pase lo que pase en el país por un sentido histórico de identidad cultural, política, ideológica y de clase.
La idiosincrasia del chavismo se cohesiona en tiempos de crisis y demuestra que nada es lo que parece en momentos de máxima tensión. Entender cómo funciona esa identidad casi romántica o religiosa que es mucho más que una corriente política en un transcurso puntual de la historia, es la clave para comenzar a entender por qué pasan las cosas que pasan en Venezuela. No entenderlo es caer en los análisis vacuos y poco profundos sobre las cosas que pasan en Venezuela y es el error de muchos medios de comunicación internacionales que analizan el país con sus teorías de patrón universal desde oficinas remotas.
A pesar de esta situación que copó los titulares de la prensa nacional y extranjera durante semanas, Nicolás Maduro tuvo tres combatientes. Uno de ellos fue el mencionado anteriormente Henri Falcón, que quedó segundo con 1.917.036 votos. Javier Bertucci, pastor evangélico que fundó en tiempo express su Movimiento Esperanza por el Cambio, quedó tercero a base de repartir sopas en los barrios populares de Venezuela. Consiguió casi un millón de votos. Impresionante de verdad. El cuarto contrincante fue Reinaldo Quijada, del partido UPP89, que se definía a sí mismo como "defensor del proceso revolucionario". Chavista de los de antes, no de los de ahora. Obtuvo 34.614 votos.
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Los defensores de Maduro dirán, sin embargo, que llevarse casi siete de cada diez votos con una participación del 46% es mucho más de lo que pueden presumir muchos de los países que le critican donde sus presidentes son elegidos por un número menor de votos en proporción a la participación total. Maduro, de hecho, lo recordaba hoy, cuando hablaba a la multitud chavista que se congregó en los alrededores del Palacio de Miraflores para celebrar el aniversario. "Hay presidentes en el mundo que ganan las elecciones con el 18% del padrón", decía.
Sobre la legitimidad o no del adelanto electoral de hace un año, el politólogo insiste en las negociaciones de Santo Domingo. "Fue público el debate en el que la oposición pedía un adelanto electoral para unos comicios que debían celebrarse en el último trimestre de ese año (2018). El acuerdo al que llegaron las partes fue hacerlo en el mes de mayo, pero la llamada del Departamento de Estado de EEUU a Julio Borges lo frustró. Fue una operación política de sabotaje que intentaba boicotear los comicios", concluye.
Sobre ese reto que no sorprendió porque no es la primera vez que Maduro lo insinúa o lo dice directamente, Inés, de 56 años, muleta en la mano derecha, mochila en la espalda, dice que lo que ellos quieren, los venezolanos que han salido a la calle para conmemorar este aniversario, "es la paz". "Estamos aquí para apoyar a Nicolás Maduro porque le consideramos nuestro presidente legítimo y no queremos una guerra en Venezuela". Son palabras sencillas de una mujer sencilla pero que lo explican casi todo.
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Ildemar y su grupo de productores locales también tienen un reto, como el de Maduro y las elecciones Legislativas. El de los de Playa Verde, "a solo 50 metros del mar", es llegar a 9.000 gallinas ponedoras para vender más huevos sin intermediarios a precios solidarios que todos puedan comprar, básicamente para enfrentar la alta hiperinflación que sufre el país. "Gallineros verticales contra la Guerra Económica" es la Venezuela que nunca tendrá titulares pomposos en los grandes medios de comunicación, pero es la base popular de su resistencia y la explicación a tantas preguntas no retóricas. Los que se quedan se reinventan así contra todo pronóstico predecible de extramuros.