El medio oficialista asegura que "no queremos esta lucha, pero no tenemos miedo y vamos a luchar si es necesario".
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La referencia no es un dato menor para una nación que fue ultrajada varias veces en conflictos recientes en los siglos XIX y XX. Quizá por esa razón, en pocas horas la página del programa oficial recibió más de tres millones de visitas en twitter y dos millones de "likes".
El sentido común de los chinos, tanto de la sociedad como del gobierno, indica que deben seguir su camino sin importar lo que hagan los demás. En el mismo sentido, un medio generalmente crítico de Hong Kong, el South China Morning Post, destaca que en las negociaciones con EEUU, "Pekín no podía ceder a las demandas de Washington por la dignidad nacional y cuestiones de principio".
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Trump decidió elevar los aranceles a una parte considerable de las importaciones desde China, medida que fue retrucada por Pekín en lo que se considera un "ojo por ojo" que no tendría fácil solución.
Que lo anterior lo consiga a costa de un creciente endeudamiento público y un alto déficit presupuestario, no parece importarle a quien comparecerá en las urnas en poco más de un año.
El columnista de Asia Times, David P. Goldman, ensaya una mirada estratégica que implica mirar mucho más lejos: "Trump quiere restaurar un pasado en el que América dominó la producción, y su estrategia de negociación recuerda el juego de Monopoly, en el que los jugadores intentan extraer rentas. China está jugando el juego de estrategia antigua de Go, con el objetivo de supremacía tecnológica".
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A mi modo ver, este es el punto central. China no pierde el rumbo y tiene mucho margen para negociar, por varias razones.
La segunda ventaja es la ya mencionada historia de derrotas y humillaciones, que lleva a Pekín a poner en primer lugar la soberanía de la nación, la dignidad del país y de sus habitantes, que se muestran afines al llamado nacionalista. Se trata de una actitud defensiva, mientras la de Washington es a todas luces ofensiva y guerrerista en pugna por la supremacía global.
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La tercera es que China no pierde el rumbo, sabe que la guerra comercial no es tal sino una guerra por la supremacía tecnológica, como se desprende de la ofensiva contra Huawei desatada desde 2018.
El núcleo de la guerra tecnológica son los semiconductores, rama en la que los chinos no son inferiores a Apple. Goldman concluye: "China espera salir de la guerra comercial con una ventaja indiscutible en la fabricación y diseño de semiconductores. Si tiene éxito, se convertirá no sólo en el poder económico dominante, sino en la potencia militar dominante".
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La industria de semiconductores nació en EEUU pero migró a Asia en la etapa inicial del neoliberalismo salvaje. Ahora Asia, y China en particular, llevan la delantera. Revertir esta situación no será sencillo, por más empeño que ponga la administración Trump. Lo peor es que ni la Unión Europea ni el reino Unido, o sea sus más importantes aliados, se sumaron a la guerra contra Huawei, en lo que el analista de Asia Times considera "la peor humillación para la diplomacia estadounidense desde el final ignominioso a la guerra de Vietnam".
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LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK