La presencia de alemanes en América del Sur tiene orígenes mucho anteriores a los conflictos bélicos que marcaron a fuego el siglo XX. La comunidad teutona —numerosa en muchos países o con poder en ámbitos como el comercio, la industria o las finanzas— en ocasiones fue objeto de discriminación mientras ocurrían la contienda en frentes lejanos.
Según se explica en el libro 'Colombia Nazi' (1986), de los investigadores Silvia Galvis y Alberto Donadio, hay algunos nombres importantes para entender el espionaje alemán durante la guerra en el país cafetero.
Max Vogel y Georg Nikolaus
Las actividad de inteligencia nazi en Colombia está intrínsecamente ligada con México. Cuando estalló la guerra, el "jefe del espionaje alemán" en este último país era el barón Karl von Schleebrügge, "un coronel del ejército de Hitler". A pesar de su historial, consiguió que el Gobierno mexicano le expidiera un permiso "para realizar experimentos con aparatos de radio inalámbricos".
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En esta empresa se le unió su connacional Georg Nikolaus, uno de los nombres más destacados de la lista de espías nazis en colombia. También con un prontuario en las Fuerzas Armadas alemanas, participó en la creación de un "una red de informantes y observadores", además de facilitar "el contrabando de petróleo mexicano hacia Alemania, rompiendo el bloqueo económico británico".
A su vez, Georg Nikolaus había vivido durante años en Colombia, país donde tenía vínculos sociales y económicos. Allí, hasta 1938 fue empleado del Banco Alemán Antioqueño, que tras el estallido del conflicto devino en Banco Comercial Antioqueño.
En 1938, fue desvinculado de la entidad financiera y regresó a Alemania. El año siguiente, unos meses antes de la invasión a Polonia, Nikolaus se alistó en el Ejército y realizó actividades de inteligencia, dirigidas a las actividades económicas de Francia, Holanda y Reino Unido, desde la ciudad de Hanover.
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Sin embargo, con el tiempo volvió a América Latina, como lo demuestra su vínculo con Karl von Schleebrügge. En el camino pasó por Bucaramanga, donde tomó el contacto con Max Vogel, otro alemán radicado en Colombia.
El rol de Vogel sería fungir de remitente de las comunicaciones que Nikolaus enviara hacia Alemania a través de varios intermediarios en toda la región. Este trabajo, que comenzó en 1940, se vio obstaculizado en 1943, cuando las fuerzas del orden colombianas lo arrestaron. Sin embargo, el alemán "negó toda vinculación con el espionaje nazi".
¿Cuál era la explicación que dio? La enrevesada trama, dijo Vogel, consistía en "simples precauciones motivadas por la guerra" para proteger sus negocios. Pero en realidad, oficiar de intermediario en las cartas enviadas por triplicado con el nombre falso de Manuel Villar F. (con sus direcciones postales apócrifas) era una manera de esquivar la intercepción de la correspondencia.
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Que las cartas llegaran a manos de personas que pudieran desarmar esta estratagema no era improbable: podía pasar en Colombia (una tesis muy probable, dado el nombre alemán) o en Jamaica y Trinidad, bajo control británico, donde pasaba la correspondencia en caso de que fuera encaminada directamente de Alemania al país suramericano.
También otros mensajes implicaban a von Schleebrügge en una visita a Cali de paso a Lima, hecho que no se concretó. También notificó a Alemania sobre la composición de Avianca (la línea aérea colombiana, ex Scadta) y sobre características de la Fuerza Aérea Colombiana.
Por otra parte, una de las cartas interceptadas también daba cuenta de una apertura de una cuenta de banco en Nueva York "a nombre de un mexicano inexistente para que Nikolaus pudiera manejar fondos no susceptibles de congelación por parte de las autoridades" de EEUU.
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Lo único que admitió fue recibir de Nikolaus siete pesos colombianos para cubrir gastos postales. No obstante, entre las cartas encontradas por la Policía están acusos de recibo de sumas superiores a 1.000 dólares.
No solo Max Vogel fue arrestado. En México, Nikolaus cayó en manos de las autoridades, que lo entregaron al FBI. Su detención fue gestada a partir de una operación que dejó al descubierto a otro agente nazi en EEUU, William Sebold, un alemán naturalizado estadounidense. A través de su transmisor de radio, estaba en contacto con sus colegas en México.
En 1943, Vogel fue deportado de Colombia por vía de Venezuela, en un barco español con rumbo a Europa. Sin embargo, fue apresado en Trinidad, y de allí deportado a EEUU, donde permaneció como prisionero durante el resto de la contienda. Siempre negó ante los tribunales toda vinculación y haber actuado de buena fe.
Hermann Heinrich Rullhusen
Otro de los nombres que mencionan Donadio y Galvis es Hermann Heinrich Rullhusen, un alemán de Hamburgo que emigró de joven a Nicaragua y luego a Alemania, donde se dedicó al comercio de pieles. El comienzo de la guerra lo halló en su lugar de origen: ante la penuria económica y la dificultad de llegar a su lugar de residencia, aceptó entrar al cuerpo de espionaje.
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Fue entrenado en "escritura invisible, códigos y comunicaciones radiales". En Colombia, dijo Rullhusen, podía establecer contacto con un operador de radio. Su trabajo iba a ser enviar "toda clase de información al Reich".
Con este documento de viaje, que incluía una visa de entrada a Colombia, pasó por el puerto de Génova, donde gestionó una visa para Venezuela. Sin embargo, llegado a Colombia entró con su verdadero documento y quemó el artilugio que le fue entregado. Ya en el destino, tomó contacto con un colega, Karl Heyck, que accedió a colaborar con él.
No le fue fácil cumplir con los términos establecidos con Alemania: su operador de radio de confianza se había ido de Colombia y tuvo que arreglárselas como pudo. Desde EEUU, otros colegas le enviaron un aparato de radio. No obstante, la señal que podía recibir era muy débil y nunca pudo recibir un mensaje completo.
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"Después de otros intentos infructuosos, Rullhusen se desanimó e hizo saber a sus jefes que abandonaba el transmisor y que utilizaría la escritura secreta para reportar los movimientos de naves marítimas en los puertos colombianos", señalan Donadio y Galvis.
Si bien EEUU valoró la colaboración del exespía, lo envió de regreso a su país, al considerar que no corría peligro y que Washington podía proteger a los arrepentidos a partir de su presencia en Europa.
Otto Poensgen
De los agentes nazis en Colombia, Poensgen se caracterizó por ser entrenado para operaciones de sabotaje. La red tenía ramificaciones en Chile, Brasil y otros países. En Colombia, Poensgen era un empleado de una agencia marítima. Cuando en 1940 le fue ofrecido entrar a la organización, aceptó. Recibió a cambio 500 dólares y químicos para fabricar explosivos.
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Poensgen reclutó a otros voluntarios para participar del entramado, que sin embargo no llegó a funcionar. Juzgado en EEUU, el agente aseguró que no hubiera ejecutado los actos de ninguna manera. Sin embargo, para las autoridades de EEUU las declaraciones no bastaron para comprobar su inocencia, y fue deportado a Alemania.