Las baterías de estado sólido, es decir, aquellas que utilizan sólidos en lugar de líquidos para transportar iones a través de su núcleo, están atrayendo miles de millones de dólares en inversiones.
Además, el sodio es más barato que el litio, lo que permitiría el desarrollo de dispositivos de almacenamiento de energía más económicos, desde pequeños dispositivos electrónicos portátiles hasta parques solares y eólicos. Por otra parte, las baterías de estado sólido no se prenden fuego, cuestión que sí puede suceder con las de litio.
Una batería de iones de litio se compone de dos electrodos de metal (o de material compuesto), un cátodo y otro ánodo, inmersos en un líquido conductor (electrolito). El conjunto es lo que se llama celda. Y la combinación de varias celdas forma la batería.
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La batería emplea como electrolito una sal de litio que consigue los iones necesarios para la reacción química reversible que tiene lugar entre el cátodo y el ánodo, se explica en la web Motorpasión.
A pesar de que las nuevas baterías no están listas para su comercialización, es probable que los científicos sigan intentando crearlas por su potencial de abaratar costos (de ahí el interés de Samsung en este tipo de baterías, por ejemplo). Un análisis reciente de Bloomberg New Energy Finance citado por Science predice que la demanda de litio aumentará 1530 veces para 2030. Esto podría hacer que los precios del litio se disparen, porque el metal se extrae en pocos países.
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La batería de estado sólido es una evolución de la batería de iones de litio y debemos su principal desarrollo a John B. Goodenough, el considerado padre de la batería de iones de litio, de la Universidad de Austin (Texas). Y a sus 94 años, sigue al frente de un equipo de desarrollo para que las baterías de estado sólido sean una realidad práctica.