Freddy ha seguido los pasos de su padre quien, como él, también fue balsero. El cruce irregular entre México y Guatemala puede trazarse desde décadas atrás, con sus personajes principales y sus intentos de represión. Como esa vez en que los soldados guatemaltecos bajaron al río y navajearon las gomas sobre las que se arman las pequeñas embarcaciones que organizan el tránsito. "Pero se enraizaron todos los balseros y no se dejaron", dice Freddy a Sputnik, bajo la cálida luz de las ocho de la mañana, que en Chiapas se siente como mediodía siempre, no importa la hora.
El problema, dijo Freddy el balsero guatemalteco, es qué va a hacer ella para sobrellevar el trayecto que tiene por delante.
Mientras el último episodio del éxodo migratorio se tomaba un descanso en la plaza central de Huehuetán, 40 kilómetros atrás, en la frontera entre México y Guatemala volvía a acumularse gente para pasar. Sin embargo, los balseros llevaron un día tranquilo, porque la mayoría de la gente esperaba su ingreso legal en el Rodolfo Robles, el puente sobre el río Suchiate que une ambos países.
"Llevamos un día aquí, estamos esperando papeles para entrar legales a México. Eso nos han dicho, pero hasta ahorita no hemos tenido respuesta. Estamos desde las tres de la mañana aquí", dijo a Sputnik una pareja de salvadoreños de 27 años que esperaba en fila junto a otras 300 personas, bajo una hilera fina de chapas que apenas los cubrían del sol lacerante.
Su idea, contó la joven, es "quedarnos en México a trabajar para juntar un dinero y de ahí seguir con el sueño". Junto a ellos viajan sus hijos, dos niños de menos de cinco años. No saben cómo es el trámite que les espera cuando la fila avance y puedan entrar a las instalaciones de la aduana mexicana, donde el Instituto Nacional de Migración hace un primer filtro.
"Lo que Dios diga, lo que salga", dijo la joven mientras su marido asentía.
Según comentaron a Sputnik, hay registro de atención en salud de unas 70 personas cada día. Presentan dolores de cabeza y resfriados comunes que —dijeron- en los niños se manifiesta en cuadros de deshidratación y diarrea.
Esperar en Guatemala
El mecanismo que las autoridades migratorias mexicanas están llevando a cabo consiste darle un número a cada persona (el martes 16 de abril, la cifra había superado el número 3.100 antes del mediodía), lo que implica unas dos semanas de espera sólo para acceder al formulario de solicitud del trámite de ingreso. El avispero se revolvió ese día cuando avisaron a la gente que probablemente no continúen atendiendo hasta el próximo lunes 22 de abril, cuando acaben las vacaciones de Semana Santa.
Otros, como Alexander de El Salvador o Kelington, guatemalteco, prefieren esperar fuera del recinto de la aduana a que llegue su turno. Nadie los obligó, pero en los hechos, la espera los regresó a Guatemala.
Alexander tiene 23 años y en El Salvador quedó toda la parte femenina de su familia: su madre y cinco niñas. Él salió del país con su padre y dos de sus hermanos. "Pensábamos venir los diez de la familia, pero los niños tienen 2, 5, 7 y 13 años e iba a ser muy difícil para ellos". Su intención es lograr el documento que México está otorgando, una visa por razones humanitarias con vigencia por un año y le permite algo que para él es lo más preciado: poder regresar a El Salvador a ver a su madre.
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Su intención, contó a Sputnik, es quedarse en México a trabajar y poder tener papeles para regresar y ver a su familia. Ese es la vida que imagina una vez que cumpla todo el trámite de ingreso legal requerido. El papel que le dieron en la frontera tiene el número '3100'.
Mientras tanto, tiene una estancia legal en Guatemala durante 90 días, los que espera sean suficientes para ver concretarse el documento mexicano.
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"Mi familia me espera en casa. Ayer pasé a dejar mis datos (nombre y foto) pero aún no he recibido el papel de la solicitud", dijo el joven a Sputnik.
Un compañero suyo, guatemalteco, puso el dedo en la llaga del problema: "Hay muy poco personal para atender a tanta gente; apenas hay cinco oficiales en la aduana para las solicitudes de visa por razones humanitarias. Nos han dado un buen trato, pero es muy lento. Creemos que si entramos con tranquilidad, nos van a apoyar, porque venimos con la esperanza de mejorar".