"Materiales audiovisuales como este son necesarios en un mundo de desmemoriados históricos, cada vez menos solidarios y más egoístas. Y te adelanto que estoy escribiendo el argumento de una película de ficción, un poco autobiográfica y que tiene como escenario principal la guerra, algo que tanto me marcó", comentó Senarega, a unas horas del estreno de su última obra cinematográfica.
El propósito principal de este documental de 52 minutos, en opinión de su guionista y director, "es que las nuevas generaciones conozcan lo que sucedió en la batalla de Cuito Cuanavale, en Angola (1988), que marcó un antes y un después en la historia contemporánea del continente africano y significó el fin del apartheid en el cono sur africano y la independencia definitiva de Namibia".
Senarega, un reconocido director de fotografía cubano —se encargó de la imagen en los largometrajes La Pared (2006) y Los Dioses Rotos (2008), y en los documentales 'Al sur de mi garganta', 'Monteros' (2006), y 'Los últimos gaiteros de La Habana' (2004), entre otras obras audiovisuales—, hace un recorrido por la guerra, desde sus propias experiencias y la de cercanos colegas cubanos, para revelar los principales soportes y obstáculos para cumplir su tarea.
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El documental 'Gracias por el Miedo', más que un recuento cronológico de los hechos reconstruidos desde la memoria, se convierte en una bitácora de sentimientos de varios periodistas cubanos que tuvieron el compromiso histórico de narrar la guerra, desde su perspectiva y que comprometía, como protagonistas de la contienda, a jóvenes militares cubanos que habían dejado sus hogares y familias 11.000 kilómetros atrás, para contribuir con su esfuerzo a consolidar la independencia de una nación africana.
De camarógrafo en La Habana a corresponsal de guerra en Angola
"Estando en tierras africanas, pedí ir al frente de combate y allí me enviaron. El 10 de diciembre de 1987 —hace más de 31 años— llegué en un helicóptero a Cuito Cuanavale", recuerda el cineasta.
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Varias veces me pregunté —añadió—, estando enterrado como un topo en un refugio excavado por mí en el arenoso suelo del sur angolano, qué diablos hacia allí (en Angola), a miles de kilómetros de la Habana, bajo un intenso fuego de artillería, sin poder salir a filmar".
"Me cuestionaba entonces que si no filmaba y no registraba imágenes de la contienda bélica no tenía sentido estar allí, tenía que arriesgarme, y para ayudarme a perder el miedo me bebí media botella de ron de un largo trago y salí bajo la metralla con mi cámara al hombro, y filmé hasta que se agotó el magacín".
A partir de este hecho —recuerda— comenzó a escribir un diario personal donde reflexionaba sobre lo acontecido cada día y sobre lo injustas que son las guerras.
Uno de los temas que aborda el documental con especial énfasis es el miedo, esa sensación de temor y supervivencia que invade cuando la vida peligra.
"El miedo es una respuesta ancestral, instintiva, animal, ante un peligro que nos acecha. En una guerra se convierte en un aliado si aprendemos a convivir con él y cuando lo pones de rodillas, lo doblegas, él define esa línea imaginaria entre la estupidez y la valentía, que te mantiene vivo y alerta en un contexto tan agresivo y extremo como lo es la guerra", argumenta Senarega a una pregunta de Sputnik.
"Por eso el documental se llama 'Gracias por el miedo', porque comprendí que para ser valientes antes debes haber temido, o nunca tendrás una referencia válida y real, el miedo me devolvió vivo, con el alma llena de cicatrices, de esas que no sanan nunca", enfatizó.
30 años después de la guerra
"De ninguna guerra uno regresa por completo —reflexiona el cineasta—, en los campos de batalla queda tendido, inerte, el cadáver de tu inocencia, la virginidad de tu retina como corresponsal de guerra. Uno regresa, sí, pero con mil demonios que nunca te abandonan, que te despiertan aun treinta años después".

Recuerda que en la asociación de corresponsales de guerra que existía en la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), se usaba un slogan que decía "Los que hicimos la guerra amamos la paz".
"Sigo viendo las guerras injustas e innecesarias, y a veces hasta estúpidas, aun cuando la ampare un justo reclamo siempre debemos buscar una alternativa diplomática, una solución que no implique el uso de las armas".