El mundo está tan convulsionado y la dinámica global se mueve tan vertiginosamente que resulta complicado decidir cuál debe ser el tema al que dedicar estas reflexiones semanales. Es imposible abstraerse de la agresión cotidiana de la derecha internacional y Estados Unidos contra Venezuela, pero de manera simultánea se están produciendo hechos que apuntan a hacer evidente que el mundo se mueve hacia transformaciones estructurales que, todo indica, no se harán sin antes pasar por tan profundas turbulencias y conflictos que incluso amenazan la existencia de la vida en el planeta.
Sigo pensando que el espíritu de derrota que permea en la actualidad a algunos sectores de luchadores progresistas y democráticos en América Latina y el Caribe es generado por los medios transnacionales de noticias con el fin de crear el caldo de cultivo para la penetración de su idea de 'fin de la historia' teniendo como objetivo más estratégico, crear las condiciones de aceptación de que la lucha antimperialista no tiene sentido y que el momento que se vive ha sentado las bases para la consolidación de Estados Unidos como amo continental. No obstante, lo que veo es que la región avanza en otra dirección, aunque los instrumentos de la democracia representativa mediática lo quiera ocultar.
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Hace unos días, asistí como invitado al XXIII seminario internacional 'Los partidos y una nueva sociedad' organizado por el Partido del Trabajo (PT) de México. Al finalizar el evento, se realizó la convocatoria para el próximo cónclave a realizarse en Ciudad de México en 2020. Así mismo, se acordó conmemorar el 50 aniversario del triunfo de la Unidad Popular que llevó a Salvador Allende a la presidencia de Chile.
Como se sabe, la experiencia chilena de avanzar por vía pacífica al socialismo fue abortada a sangre y fuego por la derecha fascista en connivencia con Estados Unidos, la noche negra de las dictaduras se entronizó en la región, Cuba volvía a quedar sola en defensa de la dignidad y el honor de los pueblos latinoamericanos y caribeños. Los avances democráticos y progresistas de América Latina sufrían un nuevo revés.
Aunque nuestra historia de 200 años ha estado marcada por la penetración del capital extranjero, británico primero y estadounidense después, así como las intervenciones militares francesas, españolas y norteamericanas, además de las guerras intestinas generadas por la herencia colonial que no permitió establecer claros límites entre los países emanados de la independencia y que al entrar al siglo XX, ya en su fase imperialista Estados Unidos intervino en Cuba, Puerto Rico y Panamá y aplicaron la política del gran garrote y la diplomacia del dólar, también es cierto que siempre hubo resistencia de nuestros pueblos a la imposición imperial.
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Muestra de ello son el Gobierno nacionalista y de defensa de los intereses nacionales de Balmaceda en Chile (1886-1891), de la misma manera que se produjeron tendencias similares en fechas cercanas en Argentina, Uruguay y Brasil, hasta que la revolución mexicana vino a cimbrar las estructuras del poder oligárquico, transmitiendo profundas influencias de cambio a la región.
Así, a través de la historia siempre vamos a encontrar que la lucha de nuestros pueblos nunca se ha estancado por lo que ante la imposición del terror de la derecha a través de las dictaduras cívico militares de seguridad nacional de los años 70 del siglo pasado, se manifestó un primer esfuerzo de reversión de tal situación en 1979, cuando primero en Granada en marzo de ese año, el Movimiento de la Nueva Joya con Maurice Bishop a la cabeza se propuso iniciar un proceso de transformaciones estructurales en su país como nunca antes había ocurrido en el Caribe de habla inglesa.
Otra vez, Cuba quedó sola, esta vez en el marco del fin de la Guerra Fría y la desaparición de la Unión Soviética, que hizo que Estados Unidos recrudeciera el bloqueo e incrementara la presión, pensando que se habían creado condiciones para exterminar por hambre a la revolución, el período especial significó una situación de extrema tensión en la que el pueblo cubano expuso los más altos valores de la humanidad: honor, dignidad, amor a la patria y un irredento sentimiento independentista para resistir y vencer el intento genocida imperial, hasta que el Comandante Hugo Chávez llegó al Gobierno en Venezuela, iniciando una nueva etapa de transformaciones que fueron seguidas en otras latitudes y longitudes de la región.
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Hoy nuevamente, sobre América Latina y el Caribe pende la amenaza que pretende retrotraer la historia. Estados Unidos se ha volcado como un huracán para impedir todo atisbo de democracia, de independencia y de avance de las luchas populares, pero una vez más los pueblos resisten a pesar de las múltiples dificultades. El seminario organizado por el PT de México en el que además de ese partido presidido por el profesor Alberto Anaya, estuvo participando casi a tiempo completo Yeidckol Polevnsky, secretaria general del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) del presidente Andrés Manuel López Obrador, fue expresión de ese espíritu de lucha irrenunciable de la izquierda latinoamericana para revertir esta situación.
Aunque también —de manera tibia en la mayoría de los casos— se manifestó la autocrítica respecto de los errores cometidos en la gestión de Gobierno y hubo un exceso de diagnóstico mientras se adolecía de propuestas concretas de lucha conjunta contra el imperialismo y el neoliberalismo, no hubo dudas para ubicar al enemigo principal hacia el que hay que enfilar todos los dardos. A diferencia del Foro de Sao Paulo, que es expresión de una amplitud mayor en la que algunas organizaciones dudan, se acomodan y hasta se rinden ante el capital, aquí primó un invariable sentimiento de combatir hasta vencer. En esa medida, creo que los diagnósticos excesivos sobran, mientras se observan insuficiencias en los planes de acción para la realización de tareas concretas.
Si compramos la actualidad con 1989, año en que la humanidad dio un giro superlativo en su devenir, se puede observar que ya Cuba no está sola, otros países han iniciado la senda de la defensa de los intereses populares desde el gobierno, y hoy, además de Cuba, Nicaragua, Venezuela, Bolivia, Uruguay, San Vicente y las Granadinas, Dominica y ahora México tienen Gobiernos democráticos y progresistas.
El seminario del PT, realizado en Ciudad de México estuvo iluminado por la victoria presidencial de Andrés Manuel López Obrador y la llegada de este a la más alta magistratura de su país en diciembre del año pasado. Es la primera vez en 23 años que este seminario se realiza siendo el PT partido de gobierno.
Alberto Anaya hizo una pormenorizada exposición del programa de gobierno, los métodos y los caminos para producir la cuarta transformación de México, que como siempre ha sido a través de la historia, ejercerá un influjo indudable en el transcurso de la marcha de los países de América Latina y el Caribe, que jamás han detenido el paso y nunca se han rendido.
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