En criollo: colapso económico en un país en el que el dinero en efectivo es un bien escaso y la mayoría de las operaciones bancarias dependen de una tarjeta de crédito o débito. Por no hablar de lo que supondría para un gobierno acosado por más y más sanciones expulsado del sistema de pago internacional y con las agencias de calificación tachando a Venezuela como el país con el riesgo país más alto de Latinoamérica, al mismo nivel que algunos países africanos en conflicto bélico.
"Se trata de la red de origen y propiedad pública más poderosa del mundo", como explica Ricardo Torres, economista y especialista venezolano en criptomonedas. Así que con esta iniciativa que llenó de esperanza a muchos en un país acosado por las sanciones, la crisis, un mercado paralelo ilegal de divisas y la hiperinflación más alta del mundo, el Gobierno chavista pretendía burlar el bloqueo norteamericano.
Sin embargo, según Torres, la estrategia ha sido "equivocada" debido a la misma naturaleza de la criptomoneda anunciada por Nicolás Maduro en febrero de 2018.
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"El dinero virtual, los bitcoins, los 'blockchains' [o cadena de bloques, tecnología de las criptomonedas] son una república y tratar de combatir algo que es de todos creando un sistema que es justamente todo lo contrario, porque es de un Gobierno, es un error", valoró el experto.
"El petro, tal y como se concibió es una mutación entre una criptomoneda y un bono de deuda… Entonces, no es ni una cosa ni la otra. Es como si trataras de hacer un carro anfibio pero con turbinas de avión. No sirve ni en el agua, ni en la tierra, ni vuela ni hace nada", ejemplificó.
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Un año después de su lanzamiento el petro no tiene usabilidad. "Técnicamente hablando es inviable". No se pueden comprar ni vender petros en las exchanges, las casas de cambio virtuales. "Existe pero no se puede transar… Entonces, si no tiene uso es como si no existiera".
Venezuela, productor mundial de bitcoins
Sin embargo, debido precisamente a la crisis económica del país y a la devaluación del bolívar, la moneda nacional, Venezuela está produciendo entre el 16 y el 25% de los bitcoins en el mundo, como subrayó Torres en base a sus estudios diarios e intensivos sobre el tema, pues además de estudiar las criptomonedas, también las mina.
El bitcoin es la primera criptomoneda a escala global. Los venezolanos se suman a la fiebre cripto por necesidad y el Gobierno poco a poco está tratando de rentabilizar un sistema que puede (y debe) ser su aliado imprescindible.
Desde este mes de marzo, por ejemplo, ha autorizado el envío de remesas de venezolanos en el exterior a través de criptomonedas (bitcoin o litecoin). Otro síntoma de cómo la economía virtual está introduciéndose poco a poco en el país son algunos negocios del este de Caracas, tradicionalmente la zona más adinerada de la ciudad.
Los establecimientos adaptan sus transacciones al pago móvil o pago electrónico, de nuevo obligados a reinventarse ante la falta de efectivo en la calle o a los problemas con los puntos de venta (datáfonos) debido a la inestabilidad tecnológica del sistema y las continuas fallas que presenta.
Es el caso, por ejemplo, de una heladería escondida cerca de la plaza de Altamira, que ha introducido el sistema DASH para que sus clientes puedan comprar sus helados con su teléfono celular a través de un código QR.
Lo mismo ha hecho un restaurante chino cerca de Parque Cristal, a pocas cuadras de allí. Sus dueños son chino-venezolanos y acaban de implantar VIPPO, una aplicación para pagar a través del teléfono móvil y hacer más felices a sus clientes.
"Desde que decidimos usar VIPPO tenemos más clientes porque ya no hay excusas para no pagar", cuenta Carlos, el encargado del negocio.
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El mundo de las criptomonedas está irremediablemente vinculado a la tecnología. Para un país como Venezuela, con una gran parte de la sociedad sin acceso a un internet estable o a un dispositivo inteligente con el que pueda hacer sus transacciones, su implantación requiere de un avance parejo al desarrollo del país.
Sin embargo, la dualidad de sus contradicciones convierte al país caribeño en uno de los países más aptos no solo para recurrir al dinero digital por la ya mencionada crisis, sino que también le posiciona como potencia indiscutible para minar —así se denomina la creación de dinero digital a través de máquinas especializadas— cualquier tipo de divisa electrónica debido al bajo (casi regalado) precio de la electricidad en el país. Estas máquinas tienen que estar 24 horas conectadas al sistema eléctrico y refrigeradas con aire acondicionado, por lo que requieren de un alto consumo.
Cerca de la Torre Británica, en el barrio de Altamira (de nuevo al este de Caracas), está la primera tienda del país donde venden estas máquinas. Muchos, los que pueden, se han lanzado a la piscina y han decidido comprar uno de estos aparatos porque básicamente producen dinero sin hacer nada. Maravilla. Cuestan entre 80 y 1.200 dólares y su rentabilidad es de unos 60 dólares al mes de media.
"Muchos extranjeros están comprando nuestras máquinas para minar en Venezuela por los bajos costos de la luz", cuenta Christian, encargado de la tienda. "Vienen muchos colombianos o brasileños. En sus países, el 80% de lo que ganan minando lo tienen que pagar en facturas de electricidad".
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Además, desde que Nicolás Maduro anunció el petro, minar criptomonedas es legal en Venezuela, a diferencia de muchos otros países, donde esta práctica no está permitida o permanece en un limbo de alegalidad con el que muy pocos se atreven a arriesgarse.
Pero la economía alternativa no solo pasa por la última tecnología en Venezuela o por el mundo de lo virtual. En la Comuna Alexis Vives del emblemático barrio del 23 de Enero de Caracas conviven 3.600 familias. Los sábados y domingos hay mercadito popular de frutas, verduras y pan a los pies del Bloque 26; y desde el 10 de Diciembre de 2017 la moneda de cambio principal no es el bolívar.
Tampoco el petro o el bitcoin. Se trata del panal, que nació como una iniciativa del propio Hugo Chávez varios años atrás. Todos los problemas económicos que arrastra el país la convirtieron en una realidad hace poco más de un año.
"Un panal equivale a 10 bolívares soberanos", explica Bárbara Martínez, 29 años, niño en brazos, líder comunitaria. "Imprimimos 35.000 unidades de panales y ahora está circulando el 60%… Nos los imprimió una imprenta a cambio de azúcar", relata.
"Somos una burbuja. Tomamos el oeste (zona tradicionalmente popular y chavista de Caracas) con la moneda comunal y tenemos el control del territorio y de la economía. Así desaparece el delito", añade, refiriéndose a lo que denomina como una "guerra económica" contra Venezuela.
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El panal es la moneda de cambio oficial junto al Bolívar en esta comunidad. Nadie pierde un rubro o deja de comprar o vender algo porque no haya efectivo o porque "está caído el banco" y no funcionan ni las tarjetas ni las transferencias bancarias.
"Nosotros organizamos el consumo", sentencia Bárbara antes de regalarme unos panales. No los he sacado del monedero. Por si acaso.