La Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas nació en 2016, como un esfuerzo colectivo para enfrentar una crisis nacional. Según el último dato oficial, hasta diciembre de 2018 se tiene registro de 40.180 casos de personas en México cuyo paradero se desconoce, en menos de dos décadas. Una cifra que ya supera a las 30.000 desaparecidos de la última dictadura argentina.
Para fines de ese año, la actitud de los padres de los 43 estudiantes —que salieron al campo a buscar ellos mismos a sus hijos, atendiendo las voces que decían que había enterramientos clandestinos en los cerros que rodean la ciudad y desbordando los límites oficiales— se contagió por todo el país e hizo brotar un movimiento.
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Entonces, muchos de los guerrerenses que ahora están en la Brigada Nacional, fundaron un grupo llamado 'los otros desaparecidos de Iguala', que durante dos años buscó cada día fosas clandestinas, de las que recuperó los cuerpos de 200 personas que habían sido inhumadas irregularmente y sin ningún tipo de señalización.
Los familiares vieron que la información de donde buscar —que existe— les llegaba a ellos y no a la autoridad. A veces en forma de pequeños mapas dibujados a mano. Otras, como un dato que se dice en voz baja, un poco con temor pero con la fuerza que da ejercer uno de los mayores actos de libertad: hacer pasar la información.
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Por todo eso, que la cuarta Brigada Nacional llegase a buscar en Guerrero tiene un peso significativo en la breve pero intensa historia que los colectivos mexicanos de familiares de desaparecidos se han labrado en el país. Sputnik fue testigo de esta experiencia fundamental para comprender el México actual.
El método
El punto de búsqueda del día era en un precipicio que se abre en medio del cerro. No estaba lejos del camino ni de la carretera que une a Cuernavaca y Acapulco. Las primeras previsiones fueron que la gruta tendría unos 40 metros de profundidad, pero acabó teniendo 100 hasta tocar el fondo. La brigada humanitaria de paz Marabunta brindó la logística y la fuerza de sus jóvenes integrantes para colaborar con las familias.
"Aprendimos a buscar con Juan Carlos Blanco, que fue asesinado, y Julia Alonso, que tiene a su hijo desaparecido", relató a Sputnik Clotilde, una de las mujeres que integra la Brigada Nacional, y que son mayoría. Originaria de Guerrero, es la única de su familia que busca al hijo, Julio Alberto Salgado Juárez, desaparecido siete años atrás en Iguala.
"A nadie le duele como a mí", responde cuándo se le pregunta por qué está allí, en medio de un cerro, rodeada de árboles, avispas, gendarmes de vigilancia y peritos judiciales.
Que los peritos y los gendarmes participen en las búsquedas organizadas por la brigada también fue mérito de la firmeza con que se plantaron para ya no seguir esperando. A fines de 2017, lograron que su participación se plasmara en una ley, que los respalda para ser parte del proceso.
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Así, las familias mexicanas de los desaparecidos han forjado una coadyuvancia de facto en las investigaciones judiciales. Ese día, al borde del precipicio que se conoce como 'las Guacamayas', los peritos esperaron a un costado.
Esta distancia sobre cómo debe trabajarse en la búsqueda subió de tensión días después, cuando la brigada se trasladó a buscar en Chilpancingo, y encontró cinco fosas clandestinas en el cerro 'Terrazas', con construcciones abandonadas tras un desalojo y en donde ya se habían hallado restos humanos previamente. Regresaron y encontraron más.
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Luego de algunas horas de estar rastreando en el predio, dieron con ellas. Unos 200 fragmentos de restos óseos, además de un cuerpo entero, habían sido ocultados en los pozos sépticos de las casas abandonadas.
La perito judicial del Ministerio Público (MP) encargada se negó a procesar el lugar como una escena del crimen, argumentando que cometería una falta reglamentaria. Por eso, las familias exhumaron los hallazgos siguiendo el entrenamiento informal que han recibido. Los peritos comenzaron a trabajar con la caída del sol, cuando las familias se retiraron tras haber inhumado los hallazgos.
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Juan Carlos Trujillo, otro de los organizadores, dijo que "México está en un momento excepcional y por lo tanto requiere medidas excepcionales. Eso no lo entienden las instituciones y lo refleja en la negativa de su MP: las instituciones no entienden lo que esto significa para las familias".
La cuarta brigada
La brigada se financió con colaboraciones solidarias y donaciones, con ventas de mezcal local y rifas. La organización del hospedaje para recibir a 200 personas durante dos semanas corrió a cuenta del padre Óscar Prudenciano, que es un asiduo colaborador con estas familias guerrerenses, más que las autoridades.
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El padre les brindó en 2014 las instalaciones de la Parroquia San Gerardo, en Iguala, para que pudieran reunirse, organizarse y actuar. Ahora, les dio alojamiento en Huitzuco y en la casa del Cenáculo, en Zumpango, muy cerca de Chilpancingo.
"Yo me enfoco en el trabajo de campo, en lo que puedo. Dos de los puntos que dieron positivo [a restos humanos] tienen más de un año y medio que los habíamos encontrado", relató a Sputnik Mario Vergara, otro de los fundadores de este movimiento.
Vergara recibe pistas y sale a confirmarlas en el terreno. Por poner un ejemplo, en dos casos. En uno, un trabajador encontró un zapato en el campo; lo levantó y salió con los huesos de los pies dentro. En otro, un intermediario que brindó la información de uno de los sicarios que había participado en el hecho, cavando la fosa.
También relató a Sputnik que el hallazgo de la osamenta que encontró en la cueva de la mula, en Tlaxmalac, se lo comunicó a fines de mayo de 2017 al titular de la Comisión Nacional de Seguridad del anterior Gobierno, Renato Sales Heredia, y también al comisionado nacional de búsqueda, Roberto Cabrera.
"Hasta el día de hoy no sé si hicieron la diligencia. Cuando subimos con la brigada, ya no estaban ni el cráneo ni el fémur que yo había encontrado", dijo.
El caso refleja las dificultades que tiene la autoridad para responder a las necesidades de las familias, que han tomado su propio camino para empujar la inercia estatal y abrir camino por fuera de los anquilosados escritorios judiciales. Y esa fuerza, explican, reside en el colectivo que han formado, que ya es un movimiento nacional.
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"No es lo mismo [presentarse como] Mario Vergara, que decir la Cuarta Brigada Nacional de Búsqueda de Fosas Clandestinas. Sabemos que cuando nos unimos somos muy fuertes, y obligamos al Gobierno a hacer lo que nosotros queremos. Cuando estamos solos, el Gobierno te obliga a hacer lo que él quiere", concluyó.
El colectivo le entregó por escrito una serie de puntos para continuar el trabajo: "exhortamos, como representante de esta nueva administración de Gobierno, que se comprometa con las familias del Estado de Guerrero para que los resultados arrojados por esta brigada no sean en vano ni formen parte [apenas] de las estadísticas".