Los últimos cuatro fallecieron tras ser sepultados por una avalancha en el nevado Mateo, una cumbre de 5.150 metros sobre el nivel del mar situada en el centro del país. Éstas no son las únicas muertes ocurridas en este sitio.
En octubre del 2017, el ciudadano canadiense Jesse Galganov, de 23 años, desapareció misteriosamente, en las inmediaciones de la quebrada Santa Cruz, en la provincia de Huaylas. En mayo de 2018 la Asociación de Guías de Montaña del Perú rescató a la turista canadiense Sara Murphy, que se había extraviado en las cercanías al nevado Alpamayo, señaló el periódico local.
En julio del mismo año, el británico Paul Richard Blelock, de 55 años, la eslovaca Eva Zontar Litija, de 27 años, y el guía peruano Jaime Quintana Figueroa, de 40, murieron sepultados por una avalancha mientras escalaban el nevado Alpamayo, situado a 5.500 metros sobre el nivel del mar, en el distrito de Caraz, en la provincia de Huaylas.
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El mes siguiente los esquiadores chilenos Cristóbal Bizzarri Lyon, de 23 años, y Gabriel Navarrete Pucón, de 32 años, y el ruso Alexander Mazmev, de 30 años, murieron por el deslizamiento de bloques de hielo en el nevado Pirámide de Garcilaso, situado a 5.885 metros de altitud, ubicado en el distrito de Caraz, en Huaylas.
Cinco personas mueren en promedio al año en los nevados de Áncash.