En total, 60 delegaciones extranjeras, 12 jefes de Estado, 11 cancilleres y tres vicepresidentes participan en la investidura.
"Prometo mantener, defender y cumplir la Constitución, observar las leyes, promover el bien general del pueblo brasileño, sostener la unión, la integridad y al independencia de Brasil", leyó Bolsonaro en la Cámara de los Diputados visiblemente emocionado.
Bolsonaro fue recibido en el Congreso por el presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia; y por Eunício Oliveira, y estuvo acompañado en todo momento en un segundo plano por el futuro vicepresidente.
En la mesa presidencial de la Cámara de Diputados también estuvieron el presidente del Tribunal Supremo Federal, Dias Toffoli, y la Procuradora General de la República, Raquel Dodge.
La banda de los fusileros navales de la Marina ejecutó el himno nacional, que Bolsonaro, un capitán de la reserva del Ejército, cantó con la mano en el pecho.
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La ceremonia de toma de posesión empezó con el desfile de la comitiva presidencial, desde la catedral hasta el Congreso Nacional.
Bolsonaro realizó este corto trayecto, de apenas un kilómetro, subido en el tradicional Rolls Royce de los años 50 que se usa en estas ocasiones, acompañado de su esposa, la futura dama Michelle Bolsonaro; y de uno de sus hijos, Carlos.
En su primer discurso tras jurar el cargo en el Congreso Nacional, Bolsonaro prometió restaurar y levantar a Brasil y proteger la democracia.
El presidente aseguró que una de sus prioridades será "proteger y dar vigor a la democracia brasileña", para que deje de ser una promesa lejana y pase a ser algo tangible en la vida política del país.
Bolsonaro pidió a los congresistas que le ayuden a "restaurar y levantar nuestra patria, liberándola del yugo de la corrupción, la criminalidad, la irresponsabilidad económica y la sumisión ideológica".
También prometió "unir al pueblo, valorar la familia, respetar las religiones y nuestra tradición judeo-cristiana, combatir la ideología de género", y en definitiva, hacer que Brasil vuelva a ser un país "libre de amarras ideológicas".
En el ámbito de la educación, habló de la necesidad de que las escuelas formen personas que se integren en el mercado de trabajo y no "militantes políticos".
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Respecto a la seguridad pública, una de las banderas de su programa electoral, pidió ayuda a los parlamentarios para que le ayuden a dar "respaldo jurídico" a los policías y militares que trabajan por Brasil.
Es una referencia velada a la inmunidad que Bolsonaro y sus aliados defienden para los policías que maten a delincuentes en servicio.
En el ámbito económico, el líder ultraderechista prometió reformas estructurales, aseguró que el Gobierno no gastará más de lo que recauda y subrayó que Brasil se abrirá al comercio internacional.
Al mencionar a su esposa, la primera dama Michelle Bolsonaro, recordó que la conoció allí mismo, donde ella trabajaba como asesora.
El discurso estuvo cuajado de referencias a Dios, al que agradeció por estar vivo tras el atentado que sufrió en la campaña electoral, y terminó con la frase que era su eslogan durante el periodo electoral: "Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos".
El presidente saliente de Brasil, Michel Temer, entregó la banda presidencial a Jair Bolsonaro.
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El nuevo presidente de Brasil también celebró que el país inaugure un nuevo ciclo que pondrá fin al socialismo.
"Me coloco delante de vosotros el día que el pueblo empezó a liberarse del socialismo, de la inversión de valores, del gigantismo estatal y de lo políticamente correcto", proclamó, siendo fuertemente aplaudido.
También pidió colaboración al ciudadano de a pie: "Podemos tú y yo, nuestras familias, todos juntos, restablecer patrones éticos y morales que transformarán nuestro Brasil".
El líder ultraderechista, primer militar que llega a la presidencia por vías democráticas desde los años 40, terminó su discurso en un tono más duro, al agitar una bandera nacional que se sacó de un bolsillo.
"Esta es nuestra bandera, que jamás será roja. Sólo será roja si es por nuestra sangre, para mantenerla verde y amarilla".
La referencia al rojo a la bandera es habitual entre los seguidores de Bolsonaro para referirse a la amenaza comunista que en su opinión representa el Partido de los Trabajadores (PT).
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Tras ese último discurso, Bolsonaro pudo saludar a la docena de jefes de Estado y de Gobierno que acudieron a la investidura.