Pesimistas y optimistas
El 22 de noviembre, el Gobierno ruso hizo sus cálculos en lo que respecta al desarrollo económico y social del país hasta el año 2036. De esos cálculos dependerá sobremanera que el precio del crudo baje o suba. A largo plazo, se espera que el precio del barril de Brent se fije en unos 50 dólares. Por su parte, el Ministerio de Finanzas ruso cree que el precio del barril bajará hasta los 52 entre 2026 y 2030 y que luego subirá hasta los 54,9 entre 2031 y 2035. Las voces optimistas apuestan a que ese precio se mantendrá en los niveles actuales —unos 59 dólares— y, las pesimistas —entre ellas, también voces rusas— que se precipitará hasta los 35.
A medio y largo plazo, los distintos análisis difieren incluso más. Goldman Sachs avisa: a mediados de la próxima década no habrá petróleo para todos y, por tanto, los precios subirán bruscamente. Entre otras cosas, el motivo está en que durante los últimos cinco años las empresas petroleras de todo el mundo han reducido su inversión en investigación y, por tanto, en explotar nuevos yacimientos. Los que ya están disponibles no serán capaces de responder a la creciente demanda internacional.
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No cuentes con el petróleo de esquisto
Ante este panorama, el petróleo de esquisto de EEUU no salvará al mundo. Según los analistas de la firma británica Wood Mackenzie, el rendimiento de sus yacimientos es cada vez menor. Como consecuencia, quienes controlan estos yacimientos de esquisto se están viendo obligados a aumentar la tasa de perforación año tras año. En otras palabras: las empresas están gastando cada vez más mientras, en el mejor de los casos, el nivel de producción se mantiene.
Si bien por ahora al mundo no le falta petróleo, la posibilidad de que Arabia Saudí —principal miembro de la OPEP— aumente la producción es limitada. A medio plazo, que tantos países exportadores clave reduzcan su producción a largo plazo "será suficiente para influir negativamente en el mercado", advierte el presidente de la Agencia Internacional de la Energía, Fatih Birol.
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