"Probar, incrementar la precisión y continuar desarrollando las capacidades existentes u otras nuevas", reza el comunicado de la Alianza Atlántica al informar sobre las maniobras. Cuando escriben sobre capacidades existentes, y visto lo visto, no queda muy claro a qué se refieren. Tampoco sobre las 'otras nuevas'.
Mientras, el diario El País de España tituló con grandilocuencia el pasado 26 de octubre: "Las maniobras gigantes de la OTAN en imágenes" al publicar fotografías de los preparativos de estos ejercicios. Pero arriesgó demasiado con su lead: "La OTAN lanza Trident Juncture 2018, las mayores maniobras militares desde el fin de la Guerra, para recordarle a Rusia la solidaridad de los aliados pese a las dudas sembradas a Donald Trump".
Y se arriesgaron aún a sabiendas [¿o no?], de que tres días antes ya los medios publicaban las primeras maniobras, pero con cervezas, que practicaban los soldados de EEUU en Islandia. Sólo así podrían explicarse los errores cometidos en los ejercicios más ambiciosos de la historia de la Alianza hasta el momento. De lo contrario, quedaría demostrada la impericia.
Fue tan exitosa la emboscada de los soldados norteamericanos en bares en la capital de Islandia, Reikiavik, que sus propietarios tuvieron que salir en tropel para poder reponer existencias hasta acabarlas por completo en todo el territorio, y así saciar tanta sed de 7.000 bocas.
Al respecto, Refoyo incide en que "eso significa que hay tropas que no se toman en serio estas maniobras, y que simplemente [creen que] son juegos de guerra. […] Que son como unas maniobras especiales que casi se convierten en una excursión por el mundo, […] y eso también demuestra que hay unidades del Ejército estadounidense con mucha falta de seriedad".
Al explicar su reflexión, Refoyo señala que "el material humano con el que cuentan, pues no es una especie de soldados muy ideologizados y que van a luchar por EEUU, en el sentido de los valores occidentales, sino [que son] gente que se ha alistado por la razón que sea, incluso hay muchos que simplemente lo han hecho para tener la ciudadanía estadounidense, porque unos años de servicio te la garantizan".
El analista profundiza su argumento en el espacio tiempo, al indicar que "en el Ejército de EEUU saben que desde la guerra de Irak en 2003, el componente de ideas, de valores en un Ejército, falla mucho, y se ha ido a buscar [reclutar] cualquier tipo de persona que pudiera empuñar un arma y alistarse, y no verlo como una especie de valor de 'vamos a luchar por los valores occidentales'. Ese discurso lo tienen los mandos militares, las élites políticas [de EEUU], pero a los soldados no les llega eso".
Desde luego que los números confirman el gran despliegue de la Alianza Atlántica: participan 50.000 soldados, 65 buques y 250 aeronaves de 31 países. Pero todo esto no puede disimular los errores de idénticas proporciones de sus participantes. Y el mundo ya lo sabe. Al El País le faltó escribir que también sirven para recordarnos las risas que pueden provocar. Y allí está Portugal para demostrarlo, antecedente de un presente digno de una película de Mel Brooks.
Y es que ya en los Trident Juncture 2015, la vergüenza era transmitida en directo desde una playa de Portugal, donde los carros de combate quedaban atrapados en la arena que hacía estériles los esfuerzos de los soldados por intentar moverlos, mostrando al verdadera fuerza de despliegue desde todos los ángulos posibles.
"Por eso precisamente también Trump exigía un aumento del gasto militar de los países europeos. En Europa muchos Estados miembro lo de la OTAN se lo han tomado como 'bueno, esto es una cosa de la Guerra Fría, nos juntamos, movemos los Ejércitos, decimos, mira que bonitos somos, pero que queda ahí'. Es decir, la percepción geopolítica de la utilidad de la OTAN la tiene Washington", concluye Enrique Refoyo. De momento, los soldados de EEUU ayudan a refrescar la narrativa de la OTAN con cerveza.