"El Congreso Nacional salió bastante conservador; no porque la izquierda haya perdido mucho espacio, sino por la reducción del tamaño y la fuerza del centro; esas sillas migraron a una derecha diferente, a partidos más conectados con la extrema derecha", comentó la especialista.
La derecha moderada del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), pasó de tener la tercera mayor bancada a la novena, quedándose con 29 diputados.
A cambio, se consolidaron los extremos: el partido de Bolsonaro, el PSL, pasó de uno a 52 diputados, y también subieron ligeramente algunas formaciones a la izquierda del Partido de los Trabajadores (PT), como el Partido Socialismo y Libertad (PSOL).
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Los partidos bisagra, que decantaban la balanza de un lado u otro y ayudaban a la gobernabilidad, han perdido peso, reflejando la polarización que vive la sociedad brasileña.
Ampliar la base sería más difícil, si cabe, para un eventual Gobierno de Haddad, cree la especialista, y no porque no haya suficientes diputados de izquierda, sino porque faltan diputados en el centro.
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"La izquierda perdió menos diputados de lo que se pensaba; se indicaba que el PT podría salir más debilitado de estas elecciones y no fue así (conservó 56 de los 69 diputados) que tenía, además, el PSOL, aumentó, pasó de seis a diez; en resumen, la izquierda está prácticamente igual, el problema es que el centro desapareció", remarcó la docente.
La enorme fragmentación de la Cámara de Diputados será otra dificultad añadida para el próximo presidente; para conseguir apoyos tendrá que negociar con 30 partidos, un récord desde la redemocratización del país.
El próximo presidente de Brasil saldrá de las urnas el próximo 28 de octubre, cuando se celebra la segunda vuelta: Bolsonaro, que consiguió 46% de los apoyos en la primera vuelta, parte como favorito.
Haddad (29,2% de los votos) tendrá que conquistar el voto de electores de otros partidos y de quienes votaron blanco o nulo para poder vencer al líder de la ultraderecha.