Lula, quien fue el presidente más popular de Brasil, marchó a la cárcel en abril para empezar a cumplir una condena de 12 años y un mes por delitos de corrupción y lavado de dinero.
Confiando en que las instancias superiores absolverían a Lula a tiempo para presentarse a los comicios, el PT lo lanzó como candidato oficial mientras reforzaba la retórica del mártir perseguido por la justicia y los medios de comunicación.
La estrategia funcionó, y en agosto Lula tenía un 39% de intención de voto, casi el doble que el segundo, el ultraderechista Jair Bolsonaro.
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Pero, a pesar de movimientos de última hora como la petición del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas de que Lula pudiera ser candidato hasta que su caso no fuera juzgado en todas las instancias, la justicia electoral brasileña vetó su candidatura.
"Quiero pedir de corazón a todos los que iban a votarme que voten a Fernando Haddad para presidente de la República (…) A partir de ahora Fernando Haddad será Lula para millones de brasileños", anunció el exmandatario.
Mientras el PT puso en marcha la maquinaria para garantizar la transferencia de votos de uno a otro, Lula renunció a su sueño de volver a gobernar y empezó a reunirse con Haddad en su celda para trazar los rumbos de la campaña.
Campaña nostálgica
Lula nació en 1945 en el interior de Pernambuco (noreste), en el seno de una familia muy humilde, y siendo niño se trasladó a Sao Paulo (sur), la ciudad más rica y pujante del país, que concentra el mayor polo de industrialización.
Entre los años 70 y 80 impulsó movilizaciones y huelgas por las que fue detenido, y que le dieron el bagaje necesario para fundar la Central Única de los Trabajadores y el PT, que con el tiempo se convertiría en el mayor partido izquierdista de América Latina.
Después de tres intentos frustrados (1989, 1994 y 1998) Lula llegó a la presidencia en enero de 2003 y puso en marcha un ambicioso proyecto de crecimiento económico y reducción de la desigualdad que consiguió los aplausos de la opinión pública y de las elites financieras.
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En coincidencia con el boom de la demanda de materias primas, motorizada por China, la economía de Brasil llegó a crecer un 7,5%, y los programas sociales lograron sacar de la pobreza extrema a 36 millones de personas a lo largo de los 13 años de gobiernos del PT, según el partido.
En 2006, Lula se vio salpicado por un escándalo de compra de votos en el Congreso, el llamado "Mensalao" (mensualidad), y aunque en esa ocasión salió indemne y hasta fue reelegido, no ocurrió lo mismo con la trama destapada en la empresa petrolera estatal Petrobras a partir de 2014 con la Operación Lava Jato, ya bajo el mandato de su sucesora, Dilma Rousseff (2011-2016).
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Los fiscales lo acusaron de ser el centro del esquema corrupto, y aunque el presidente y su entorno alegan que no hay pruebas, lo cierto es que Lula enfrenta varios procesos además del que lo llevó a la cárcel.
La mayoría de brasileños quiere que @LulaOficial continúe preso https://t.co/aIutt3qN45
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) October 3, 2018
Es cierto también que la corrupción desnudada por el Lava Jato afecta a todos los principales partidos y a sus líderes.
El rechazo a Lula es uno de los principales combustibles del "antipetismo", que a su vez es uno de los vectores del ascenso de Bolsonaro (del Partido Social Liberal).
Al mismo tiempo, Lula también es el mejor valedor de la candidatura de Haddad, que debe todo su crecimiento en las encuestas a su vínculo con el expresidente.