Hace cuatro años, tras las elecciones de 2014 en las que ganó la expresidenta Dilma Rousseff (2011-2016) la composición del Congreso fue descrita como la más conservadora desde la dictadura militar (1964-1985), y según apunta el Departamento Intersindical de Asesoría Parlamentaria (Diap), ese escenario podría mantenerse.
"El 79,33% de los diputados federales en el ejercicio de su mandato [407 de los 513] intentan ser reelegidos en estas elecciones", informó esta entidad sindical del Congreso en un estudio difundido recientemente.
Esto ha derivado en menos tiempo de exposición en televisión y radio para los candidatos y en menos recursos para los partidos.
Por ello, los partidos acaban concentrando el dinero en las candidaturas de los diputados ya conocidos por la población, para "evitar el riesgo", según explica el analista político Michael Mohallem, profesor en la Fundación Getúlio Vargas de Río de Janeiro.
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La mayoría de parlamentarios brasileños son hombres, blancos, de avanzada edad y alto poder adquisitivo, y según el estudio del Diap el panorama no será muy diferente tras las elecciones del próximo 7 de octubre.
La gran fragmentación del arco parlamentario (otra de las características endémicas de la política brasileña) probablemente tampoco se resolverá en estos comicios.
Un total de 28 partidos lograron entrar en el Congreso en 2014, y para estas elecciones se espera que el resultado sea similar, con un ligero crecimiento en las bancadas de derecha e izquierda y una reducción discreta en el centro.
En 1988, el analista político Sérgio Abranches acuñó la expresión "presidencialismo de colación" para definir el sistema brasileño, ya que aunque el presidente es elegido directamente por los electores en la práctica es muy dependiente de las alianzas del Congreso.