"De alguna manera, la teoría del complot y conspiración extranjera fue armada implícitamente durante mi interrogatorio, encabezado por cinco policías de la Dirección Federal de Seguridad y del Ministerio Público, que me preguntaron de dónde conocía el ruso y el esperanto", recuerda Saldívar, quien en aquel entonces era profesor de la Escuela Superior de Economía del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
Desde allí vio a un soldado disparar contra el balcón del Edificio Chihuahua, que servía de tribuna al Consejo Nacional de Huelga estudiantil, en fuego cruzado con tiradores paramilitares del Batallón Olimpia.
El profesor fue encarcelado en el penal de Santa Marta Acatitla pero, debido a una lesión, fue llevado a la enfermería en calidad de paciente detenido; allí un médico se ofreció al intercambio de mensajes con su familia.
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Esos mensajes cayeron sobre la mesa del interrogatorio la noche del 6 de octubre y derrumbaron su coartada de que simplemente pasaba por la plaza cuando lo detuvieron, ideada para evitar involucrar a su esposa, recién llegada desde Japón con la hija del matrimonio, Emiko.
"Desplegaron sobre el escritorio unas notas escritas en ruso, tanto mías como de mi esposa Míchiko Tanaka, y un telegrama en esperanto de un amigo polaco que pedía ayuda para tramitar una visa para poder asistir a los Juegos Olímpicos", relató.
"Para la mentalidad policíaca, la prueba del complot estaba en esas notas interceptadas y entregadas a la policía por custodios de la prisión", recordó.
En las mismas, avisaba a su esposa que no se preocupara, que "estaba vivo y bien después de la balacera de Tlatelolco" en la que murieron decenas de jóvenes, recordó Saldívar.
El académico había regresado en 1966 de estudiar economía en la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos Patrice Lumumba, en la entonces Unión Soviética.
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"Los mensajes de ida y vuelta estaban escritos en ruso, pues mi esposa apenas manejaba el español, y el telegrama enviado desde Polonia por mi amigo Edmund Sidorowich, escrito en esperanto, para la Dirección Federal de Seguridad constituían la prueba palpable sobre el complot e intervención en el movimiento desde el extranjero", relató el protagonista.
Un comunista apasionado
El interrogatorio "fue increíble por su mendacidad", según Saldívar, e incluyó una supuesta participación en el movimiento del expresidente Lázaro Cárdenas (1934-1940), o de Jesús Reyes Heroles (1921-1985), por entonces diputado del gobernante Partido Revolucionario Institucional y más tarde director de la estatal Petróleos de México.
La verdad era otra.
"Me involucré de manera decidida en el movimiento estudiantil de 1968, como maestro y miembro de la célula del Partido Comunista que actuaba en la Escuela Superior de Economía, y me acerqué a la recién constituida Asociación de Maestros Democráticos", prosiguió su relato.
Eran años del activismo en las calles, de "recolectar fondos, repartir propaganda, pintar denuncias en bardas y autobuses, brigadas de información, hasta trasladar a muchachos con cocteles molotov para enfrentar a la policía”, recordó.
Saldívar puso en marcha su disciplina y visión de militante comunista.
"Lo hice sin protagonismos, apasionadamente; me volqué en la vorágine de las protestas porque su emergencia respondía a anhelos libertarios, de resistencia frente a los valores del sistema y su statu quo", resume.
El prontuario que armó la policía explica las graves acusaciones, además de sus nexos con la Unión Soviética y Cuba, Saldívar tenía el agravante de figurar en la "lista negra" del Departamento de Estado (cancillería) de EEUU.
En su vuelo de regreso de la Unión Soviética en 1966 fue deportado de Nueva York a París.
Solo le faltaba sobrevivir al terror en la Plaza de Tlatelolco para completar la leyenda de la conspiración internacional; fue enviado a la prisión del "Palacio Negro" de Lecumberri a padecer un encierro de más de 1.000 días.
Fue el último en obtener la libertad entre el millar de detenidos el 2 de octubre y, por su "peligrosidad", le imputaron 11 delitos, incluyendo un imaginario "ataque armado".
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Tildar a los estudiantes de "provocadores, enemigos de la patria y subversivos" fue el eje del ataque gubernamental al movimiento estudiantil de 1968, dijo Saldívar.
El Gobierno los acusó de estar "manipulados por agentes soviéticos de la KGB y la agencia de seguridad cubana", contó.
El fin último de la supuesta conspiración era boicotear los Juegos Olímpicos que se inaugurarían el 12 de octubre.
En su afán de estrechar sus relaciones diplomáticas con México "la URSS manejaba la tesis de que el movimiento estudiantil era una provocación montada por agentes estadounidenses, por la CIA", sostuvo.
Ese enfoque tiene más asidero, observó: "un presidente demencialmente autoritario (Gustavo Díaz Ordaz), oscurantista y anticomunista, apoyado por el director de la CIA en México, Winston Scott, fueron corresponsables de la masacre de la Plaza de Tlatelolco", concluyó Saldívar en su testimonio.
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Las históricas jornadas de protestas callejeras en defensa de la autonomía de la Universidad Nacional Autónoma de México terminaron el 2 de octubre de 1968 con una masacre en la Plaza de Tlatelolco, en la que murieron cientos de estudiantes a manos de militares y agentes federales.