Uno de los que apoyan la intervención es el senador republicano Marco Rubio, que parece estar determinado a adoptar el papel del difunto John McCain y convertirse en el portavoz más prominente de una política internacional "ultraagresiva", escribe el politólogo en su columna para el medio The National Interest.
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Así, en una entrevista para la cadena estadounidense Univision que tuvo lugar a finales de agosto, Marco Rubio dijo que se necesita la acción militar de EEUU para hacer frente a la amenaza del Gobierno venezolano.
En aquella ocasión los consejeros del mandatario estadounidense lograron disuadirlo de estas acciones, pero es probable que los altos mandos de EEUU tengan un plan como este "si la situación en Venezuela sigue deteriorándose", señala Carpenter.
Debido a sus "problemas internos", es posible que Venezuela pudiera llegar a suponer un "problema", o incluso una "amenaza" para los Estados vecinos. No obstante, el politólogo añade que "es una gran exageración" decir que sea una amenaza verosímil para EEUU.
"Ya en marzo de 2015, el entonces presidente de EEUU, Barack Obama, declaró que Venezuela era una amenaza para la seguridad nacional y usó esa designación para justificar la imposición de sanciones económicas contra Caracas", prosigue Carpenter.
Una intervención militar para forzar un cambio del poder en Venezuela sería un error grave. Al fin y al cabo, no es un país en la otra punta del mundo: está en el mismo hemisferio que EEUU y un vuelo de Caracas a Miami dura solo 3,5 horas, apunta.
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Los estadounidenses deben ser conscientes de las consecuencias que podrían tener las acciones militares en Sudamérica.
"La memoria de la 'diplomacia de cañones', golpes de Estado de la CIA e invasiones abiertas de países latinoamericanos en el siglo XX pueden haberse desvanecido, pero no desaparecieron entre los vecinos de EEUU", dice Carpenter.
Carpenter afirma que, en este caso, los altos cargos de EEUU y los neoconservadores descubrirían que la invasión de Venezuela no sería más fácil que la conquista de Irak. Los líderes del país norteamericano deben rechazar los argumentos de halcones incorregibles, como Marco Rubio, y resistir la tentación, concluye.
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