Cientos de colores y texturas emanan de las toneladas de flores que se esconden bajo los altos techos del mercado "Jamaica Vive", el único en la Ciudad México que las vende al mayoreo y que ha resistido sismos, desalojos y empresas transnacionales, gracias a la unión de comerciantes y floricultores que administran su propio mercado.
"Este no es un mercado de flores únicamente, es un mercado común y corriente como cualquier otro de Ciudad de México, donde existen todos los productos comerciales de un mercado público. Lo que lo hace único es la venta al mayoreo de todo tipo de flores y la organización de nuestros pequeños productores", dijo Madrigal a Sputnik.
Una historia prehispánica
Hay quienes señalan que Jamaica existió desde entonces, otros dicen que fue fundado después de la colonización española. Lo cierto es que desde fines del siglo XIX los comerciantes de esta zona son reconocidos por el principal de sus productos: las flores.
Hoy, la Calzada de la Viga que pasa frente al mercado vive llena de autos y ruido, semáforos y choferes malhumorados que gritan y escupen al suelo, antes fue un canal que conectaba con el lago de Xochimilco. El tránsito de la producción agrícola de esta periferia de Ciudad de México, llegaba flotando por los canales que eran el paisaje originario de la capital mexicana.
La urbanización los alcanzó, el canal se desecó y el tianguis colorido y al aire libre, se convirtió en uno de los 38 mercados inaugurados en Ciudad de México durante 1957. El comercio ambulante fue regulado y eso dividió a los trabajadores del gremio.
Para la inauguración del Mercado Mayorista de Jamaica, el 23 de Setiembre de 1957, solo 544 comerciantes fueron locatarios en los 36.000 metros cuadrados que se inauguraron. Está compuesto de tres naves: un área de comidas, el mercado mayorista de flores y un mercado de zona.
Tras el sismo del 19 de septiembre de 1985, una de esas naves colapsó y las otras sufrieron graves daños. La demolición y desplazamiento de comercios parecía inminente. Sin embargo, las personas aguantaron y fue en ese año que José Nelson Madrigal Gómez tomó el cargo de coordinador general del Mercado. "Nosotros venimos de una lucha importante porque a este mercado lo iban a desaparecer", dijo a Sputnik.
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"Pero la Central de Abastos fue creada para la oferta puramente mayorista, cuando aquí hay comerciantes de los tres niveles de oferta: mayoreo, medio mayoreo y menudeo. El terremoto fue el pretexto perfecto para cerrar el mercado, pero también para levantar la bandera de lucha", explicó.
La lucha para tener un lugar donde trabajar inició al día siguiente, cuando los vendedores se instalaron a la afueras del mercado. Fueron desalojados tres días después, a macanazos y golpes por granaderos, que ocuparon el perímetro del mercado para impedir que los comerciantes colocaran sus puestos.
Hicieron marchas, plantones y mítines para presionar al Gobierno a entregar un lugar digno para trabajar, hasta que dos meses después, el 29 de Noviembre de 1985, los trabajadores lograron reubicarse en el interior.
"Después de una lucha muy corta y muy intensa, para finales de noviembre nosotros ya estábamos adentro del mercado. Físicamente lo convertimos en una base de lucha, no solo para mantenernos en el mercado semidestruido, sino para su reconstrucción. Si te das cuenta el mercado está casi totalmente reconstruido", señala Nelson Madrigal.
Su reapertura contó con menos comerciantes, porque algunos habían aceptado su traslado a la Central de Abastos. Los que se interesaron en regresar fueron más de 400 floricultores, quienes divididos en nueve asociaciones se convirtieron en su equipo directivo.
La dinámica cambió con la llegada de los trabajadores a la dirección; y también cambió el lugar de donde venían las flores. Madrigal dijo a Sputnik que aunque antes Jamaica se surtía de las zonas periféricas de Ciudad de México, Xochimilco, Iztapalapa y Tláhuac, ahora transitan un camino más largo: llegan de muchos estados del país, como Puebla, Oaxaca, Veracruz, Michoacán, Guerrero, Morelos y masivamente, del estado de México.
Un mercado autogestivo
Para 1989, el "Jamaica Vive" fue uno de los 19 que entró en el "Sistema de Autoadministración de Mercados Públicos del Distrito Federal" que los facultó para recaudar cuotas y apoyo de las autoridades administrativas correspondientes.
Esta forma de organización tiene a 600 pequeños productores (de los que 400 son productores de flores) como pilares de todo el mercado, encargados de tomar las decisiones del lugar. Hay cuatro tipos de actores asociados en la administración que lo hacen funcionar: pequeños productores, vendedores ambulantes, estibadores y locatarios.
Gerónimo es uno de estos viejos asociados del mercado Jamaica Vive. Bajo una luz blanca que rompe la oscuridad de los pasillos largos y angostos dentro la nave de flores, comenta que su familia siempre se dedicó a trabajar con ellas. "La flor es un negocio noble, las cosas se venden rápido y si uno trata bien a sus clientes siempre regresan", dijo Gerónimo a Sputnik.
Como comenta Valentina Ortiz en su libro sobre el mercado: "La flor no se comercializa en puntos alternos, las grandes cadenas de supermercados no las incluyen en los productos que venden salvo de manera mínima. Gracias a esto el precio de la flor no está vinculado al comercio transnacional, como sí lo están los granos, la verdura, la fruta. Uno de sus principales flancos débiles es la dependencia de fertilizantes y agroquímicos producidos por grandes empresas transnacionales".
Este elemento, que hace que las grandes superficies comerciales no hayan logrado avasallar a los pequeños productores locales, se completa como señala su coordinador: "Lo que lo hace único es la venta al mayoreo de todo tipo de flores y la organización de nuestros pequeños productores".
El movimiento de clientes y camionetas abarrotadas de flores comienza a disiparse. Solo uno que otro marchante camina entre los pétalos de aromas dulces que quedaron en el suelo. A lo lejos, un joven quita el celofán a cientos de ramos de claveles. Son la merma de kilos coloridos que adornarán la basura que jamás tuvo mejor olor. Los jamaiquinos bajan sus cortinas y guardan sus grandes penachos de flores destinados a adornar una boda o un nacimiento, tal vez un funeral o una cena romántica.