La retirada oficial de la francesa Total de Irán, que no logró convencer a Washington que hiciera una excepción y le dejara seguir trabajando con las compañías iraníes, dejó libre su puesto en el mercado del país persa, es decir, una gran participación en el mayor yacimiento de gas del mundo, el South Pars. No hay duda de que la China National Petroleum hará todo lo posible para obtener las acciones de Total.
En los últimos años, las compañías de energía chinas han invertido muchos miles de millones en activos en Irak, los Emiratos Árabes Unidos e Irán. Las empresas chinas están muy interesadas en la energía en Arabia Saudí y Catar. Las compañías del gigante asiático también muestran gran interés en la modernización de una refinería de petróleo en Irán, valorada en 1.500 millones de dólares.
Por supuesto, las posiciones de las empresas estadounidenses y europeas en Oriente Medio siguen siendo muy fuertes, pero muchos otros factores benefician a China, asegura el periodista.
Aun así, a las compañías chinas todavía les queda mucho por hacer para reemplazar a las empresas occidentales que han estado trabajando en la región más de un siglo. Además, China necesita su tecnología. No es sorprendente que los empresarios chinos prefieran tener como socios a los gigantes como BP y Total.
Total ya ha invertido en South Pars unos 50 millones de dólares. Los franceses no ocultan que no quieren enojar a Washington. El proyecto de 2.000 millones de dólares está bajo amenaza, pero estas pérdidas son insignificantes en comparación con las multas que pueden imponerles a los infractores de las sanciones Departamento del Tesoro de EEUU.
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El columnista opina que el 50,1% de las acciones del proyecto conjunto, perteneciente a Total, pasará a sus socios: la compañía china CNPC y la iraní Petropars.
Al mismo tiempo, la gigante petrolera china Sinopec envió una delegación a Irán en mayo para completar la transacción, valorada en 3.000 millones de dólares, para desarrollar el gigante yacimiento de petróleo de Yadavarán y reemplazar así a la anglo-neerlandesa Royal Dutch Shell, que tampoco quiere arriesgarse y decidió irse de Irán para no enfadar a Washington.
Mientras tanto, la presencia de China en Irán es cada vez mayor. Las empresas chinas están creando compañías conjuntas con sus socios iraníes para construir ferrocarriles, metros y fábricas de automóviles. Las calles de Teherán y sus mercados ya están llenos de ropa barata de China y electrodomésticos del gigante asiático.




