El exnuncio (exembajador) del Vaticano en Washington entre 2011 y 2016, el arzobispo Carlo Maria Vigano, ha difundido una carta-testimonio de 11 folios de extensión en la que afirma que le dijo al Papa en junio de 2013, tres meses después de ser elegido, que el cardenal Theodor McCarrick había "corrompido a generaciones de seminaristas y sacerdotes". McCarrick está a la espera de ser juzgado por un tribunal canónico después de que las investigaciones preliminares confirmaran que las acusaciones, que se remontan a hace casi 50 años cuando ejercía como cura en la arquidiócesis de Nueva York, son "creíbles".
Tema relacionado: Sacerdote argentino es condenado a 25 años de prisión por abuso sexual
El exembajador vaticano ha aprovechado los numerosos casos de pedofilia que implican a sacerdotes y obispos para calificar de práctica mafiosa el muro de silencio u omertá que ha protegido a los acusados, una actitud que "corre el riesgo de hacer aparecer a la Iglesia como una secta". También ha arremetido frontalmente contra los tres últimos secretarios de Estado vaticanos, los cardenales Angelo Sodano, Tarcisio Bertone y Pietro Parolin. A Bertone le ha culpado de "favorecer la promoción de homosexuales en posiciones de responsabilidad".
El gran escándalo de la pedofilia ha carcomido las bases de la Iglesia Católica en regiones muy concretas del planeta, especialmente en Irlanda y en Nueva Inglaterra. En esos dos lugares se concentraron las acusaciones, ocultas durante lustros, de que cientos de menores de edad sufrieron abusos sexuales a manos de clérigos y obispos, lo que ha mermado o borrado la confianza de miles de fieles en la Iglesia católica. Un informe al respecto elaborado por el Tribunal Supremo de Pensilvania pone los pelos de punta pues recoge detalles nauseabundos al relatar las violaciones y otros ataques a más de 1.000 niños y niñas por más de 300 sacerdotes en seis diócesis de ese estado norteamericano desde 1947. Por desgracia, muchos de estos crímenes han prescrito por el paso de los años. Recientemente han aflorado casos similares en Chile y Australia.
Primer ministro australiano insta al Papa @Pontifex_es a despedir al obispo encubridor de pedofilia https://t.co/lpcioimzVy
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) 19 июля 2018 г.
El Papa de origen argentino no quiso entrar a valorar las durísimas acusaciones de Vigano, desveladas precisamente cuando se encontraba de visita en Irlanda. Se limitó a decir a los periodistas que le acompañaban de vuelta a Roma lo siguiente: "No diré una palabra sobre esto. Creo que el comunicado [la carta-testimonio] habla por sí mismo. Ustedes tienen la capacidad periodística suficiente para sacar sus propias conclusiones. Es un acto de fe. Cuando haya pasado el tiempo y ustedes tengan las conclusiones, quizá hable más. Pero quiero que su madurez profesional haga este trabajo".
Te puede interesar: Iglesia católica de Australia estudia eliminar celibato, vinculándolo con abusos sexuales
Al margen de las sucias peleas que se están produciendo en el seno de la curia —el conjunto de organismos y personas, religiosos y laicos, que colaboran en Roma con el Papa en la administración y el gobierno de la Iglesia católica—, urge aclarar las graves imputaciones que se han vertido. Es crucial que se lleve a cabo una diligente investigación, en aras del principio de transparencia, pues están en peligro la reputación del papa Francisco, y los valores y propuestas que él defiende, como la libertad de espíritu o la desburocratización.
No te lo pierdas: Periodista peruano critica a institución católica por juicio en su contra
Las palabras son precisas, pero deben ir acompañadas de hechos. Crecen las voces entre los 1.200 millones de católicos repartidos por todo el mundo que ven la necesidad de convocar un concilio —reunión de obispos y otras autoridades eclesiásticas— para modernizar la institución milenaria, acometiendo reformas de calado, como la abolición del celibato obligatorio para los curas o la entrada de la mujer en el sacerdocio. Esos dos cambios extremadamente delicados y complejos podrían ayudar a superar la actual crisis de la Iglesia católica que no es sólo institucional sino también secular.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK