La crisis de política exterior a la que se enfrenta Erdogan tiene como adversario a Estados Unidos. En realidad, más concretamente, a Donald Trump.
El trato consistía en poner en libertad a Ebru Ozkan, una mujer turca detenida en Israel por sus presuntos vínculos con la organización islamista palestina Hamás y a Andrew Brunson, un pastor evangelista de Carolina del Norte detenido por un supuesto delito de espionaje. Ozkan fue liberada al día siguiente, pero Brunson, no. Fue transferido por "razones de salud" desde la cárcel hasta su casa, donde permanece en arresto domiciliario. Lleva más de 600 días entre rejas acusado de colaborar para las milicias kurdas que operan en Siria y para el movimiento Gulen, a quien el Gobierno turco hace responsable del intento de golpe de Estado de julio de 2016.
Además: Erdogan lamenta que EEUU sacrifique su relación con Turquía "por un pastor"
El colapso del canje desató la ira de la Casa Blanca, especialmente del vicepresidente Mike Pence, quien ya había amenazado con imponer sanciones económicas a Turquía si no se liberaba a Brunson. El futuro del predicador se ha convertido en la piedra angular de los evangelistas estadounidenses, uno de los pilares electorales de Trump. El siguiente paso lo dio el presidente de EEUU, al autorizar que se duplicaran los aranceles aplicados a las importaciones de acero y aluminio procedentes de Turquía.
Esa decisión desató la segunda crisis, la económica, pues hundió a la lira turca. En solo tres días, la moneda nacional perdió la cuarta parte de su propio valor en el mercado de divisas, llegando a superar la cota de siete liras por un dólar estadounidense.
El desplome de la lira tuvo efectos en todo el planeta, no solo en las economías emergentes. Afectó de forma negativa al cambio del peso argentino y encendió las alarmas en Fráncfort, sede del Banco Central Europeo (BCE). Las miradas de los ejecutivos estaban puestas principalmente en tres bancos europeos muy implicados en la economía turca: el español BBVA, el francés BNP y el italiano UniCredit. BBVA, el segundo banco de España, tiene un 15% de su negocio en Turquía. En concreto, esta entidad bancaria es propietaria del 49% de Garanti, el segundo banco privado más importante del país.
Según los datos del Banco de Pagos Internacionales (BIS), referidos al primer trimestre de 2018, España expone 72.000 millones de euros —en forma de créditos en divisa local y extranjera— de los 215.000 millones totales que arriesga la banca internacional.
La depreciación de la lira aumenta la desconfianza de los inversores extranjeros en el país y encarece su refinanciación que ya depende mucho de los mercados de deuda exteriores. Todo eso empeora sus datos macroeconómicos —sobre todo, las cifras de inflación— y genera una mayor debilidad financiera.
Más: ¿Está preparando Washington nuevas sanciones contra Turquía?
Según los economistas ortodoxos, la única fórmula para estabilizar la lira y detener la inflación —que ha alcanzado el 15% anual— sería una drástica suba de los tipos de interés desde el 19% actual hasta el 40%. El jefe del Estado, que controla el banco emisor turco, se niega a aplicar esa medida, pues lleva años denunciando que los tipos de interés altos son la "madre de todos los males".
Te puede interesar: Como la lira se desploma, los turcos están mutilando dólares (y lo están grabando)
También: Cómo repelería Turquía un ataque de serias sanciones por parte de Trump
El presidente turco considera que Washington ha lanzado una "guerra económica" en toda regla contra Ankara. El duro tono empleado por Erdogan evidencia hasta qué punto se han ido deteriorando las relaciones bilaterales, hasta alcanzar un punto tóxico.
Más sobre el asunto: ¿Cuál es la verdadera razón por la que EEUU teme vender sus cazas F-35 a Turquía?
De ahí se desprende que el propio Trump haya firmado una ley que frena por tres meses la entrega de los F-35, los cazas de combate más modernos del arsenal norteamericano. Nada de esto presagia una pronta solución.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK