Tras la ruptura del sitio de Leningrado en plena Segunda Guerra Mundial, concretamente en 1943, la sobrepoblación de ratas en la ciudad hizo que el comando militar ordenara la entrega de gatos para ayudar a combatirlas.
Pese a que no existe ningún documento oficial de registro del hecho, los petersburgueses que sobrevivieron al sitio nazi aseguraron en sus relatos que cuatro vagones con 'carga estratégica', es decir, llenos de gatos, arribaron a la ciudad desde Yaroslavl.
Algunos de los mininos que llegaron a la capital del norte fueron enviados a los depósitos de alimentos y el resto se le regaló directamente a la gente en los propios andenes.
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El sitio de Leningrado concluyó en enero de 1944 y luego se llevó a cabo otro envío de gatos a Leningrado, que esta vez fueron reclutados en Siberia, principalmente en las ciudades de Irkutsk, Omsk y Tiumen.
En memoria del servicio prestado por los descendientes de los felinos de Yaroslavl y de sus parientes siberianos, en el año 2000 fueron erigidos dos monumentos en San Petersburgo para honrar y recordar a estos heroicos animales.