Una parte de Alemania vuelve a avergonzarse. Algunos, no muchos, miles de ciudadanos han salido a las calles portando una kipá como muestra de rechazo a la agresión de un joven que portaba la gorra ritual judía en un barrio de la capital alemana. El agresor es un refugiado sirio de 19 años. La víctima resultó ser un miembro de la minoría árabe de Israel, que decidió utilizar ese distintivo precisamente para demostrar a un amigo que se podía pasear tranquilamente en Berlín con una kipá sin ser agredido por ello.
Es el último ejemplo del recrudecimiento del antisemitismo en Alemania, 70 años después del exterminio de judíos organizado y ejecutado por el régimen nazi y algunos de sus aliados europeos.
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Ahora, algunos de los representantes de esos partidos se han puesto la kipá para contribuir a la denuncia del odio a los judíos que, como en otros países europeos, proviene no tanto del viejo antisemitismo de extrema derecha, sino de buena parte de la juventud europea de confesión musulmana y una parte de izquierda desprovista de los votantes de lo que antes se denominaba clase obrera.
Alemania: antisemitismo con música y premio
Francia: "limpieza étnica"
En la vecina Francia, y por las mismas fechas, 300 intelectuales, artistas, escritores y responsables religiosos, incluidos imanes musulmanes, y políticos de derecha e izquierda rubricaron un manifiesto en el diario Le Parisien en el que denunciaban que su país se ha convertido en "el escenario del antisemitismo asesino". Los firmantes denuncian que "al viejo antisemitismo de extrema derecha se añade el de una parte de la izquierda radical que ha encontrado en el antisionismo la excusa perfecta para transformar a los verdugos de los judíos en víctimas de la sociedad". Todo ello con fines electorales, añaden más adelante.
Francia es el país con más ciudadanos judíos y con el mayor número de musulmanes de Europa. Los responsables de la comunidad judía aconsejan a sus miembros de no lucir la kipá en la calle, para evitar las agresiones que se multiplican en los barrios donde conviven con vecinos de origen árabe. El auge del antisemitismo en el único país europeo que se ha cobrado vidas en el siglo XXI ha provocado al aumento del número de franceses judíos que abandonan su país para trasladarse a Israel.
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Los actos antisemitas se multiplican en Europa y ya no es políticamente incorrecto, como hace meses, señalar objetivamente que muchos de los autores de esos hechos son refugiados provenientes de países de Oriente Medio, como los que en diciembre pasado atacaron con cócteles Molotov la sinagoga de la ciudad sueca de Gotemburgo y profanaron el cementerio judío local.
UK: el laborismo, en la picota
En Reino Unido el antisemitismo es también una importación de la emigración musulmana, afirmaba ya en 2013 el periodista británico de origen indio Mehdi Hassan, para quien el antisemitismo es, para ciertos musulmanes de ese país,"nuestro pequeño y feo secreto".
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Pero el antisemitismo en Reino Unido no es un reciente producto de la geopolítica. Ya en los años 60 otra forma de antisemitismo se desarrolló camuflado en el antisionismo y la crítica a Israel de la extrema izquierda.
Polonia y Ucrania: ocultar su Historia
Pero lo peor de ese ocultamiento vano de la realidad es que dispara y banaliza la impunidad del antisemitismo primario que nunca ha abandonado del todo a ciertos sectores de la sociedad polaca.
Nada que genere la indignación de los dirigentes de la televisión oficial, pues incluso el director de la segunda cadena y un famoso publicista no se privan de hacer bromas en directo sobre las cámaras de gas.
El Centro Simon Wiesenthal y una comisión de congresistas norteamericanos de ambos partidos han denunciado también recientemente el antisemitismo en Ucrania, donde el libro de un historiador británico sobre la Shoá por bala (ejecución de miles de judíos ucranianos a balazos) acaba de ser prohibido.
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El antisemitismo como añagaza electoral, como vector de demonización necesario para exculparse de faltas propias o para desviar la atención del ciudadano con supuestas conspiraciones exteriores sigue funcionando en Europa décadas después de uno de los capítulos más negros de la historia del Continente.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK