"Hay que diferenciar. El uso del puerto norcoreano de Rason —en el noreste de Corea, alquilado por Rusia— obviamente tiene futuro y, a día de hoy, funciona bastante bien. Es un proyecto de menor escala y económicamente justificado, que depende relativamente poco de los cambios en la situación política [en la península]", dijo el analista.
Se refirió a tres proyectos clave con la posible participación de la Federación de Rusia: la creación del Ferrocarril Transcoreano, un gasoducto a través del territorio norcoreano —que tiene como meta llegar al mercado surcoreano, de ahí que Corea del Norte sirva como territorio de tránsito—, así como los suministros de electricidad a través del territorio norcoreano.
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El proyecto del ferrocarril apareció hace 20 años y casi simultáneamente empezaron las obras, recordó el entrevistado.
"Creo que tanto las conversaciones acerca del tema como las labores de baja intensidad continuarán durante otras dos décadas. No obstante, incluso después de 20 años no habrá ningún ferrocarril, a no ser que tengan lugar cambios geoestratégicos globales, como, por ejemplo, la caída del Gobierno actual norcoreano", planteó.
Lankov subrayó que el cambio de poder en Pyongyang es una posibilidad muy real, aunque "extremadamente desagradable".
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Simple razón para no invertir
"La razón es muy simple: la situación en la península de Corea es crónicamente inestable. Hasta los cortos períodos de reconciliación deben ser percibidos como un deshielo en las condiciones de un invierno muy severo. Nadie va a plantar rosas en invierno solamente porque hace buen tiempo durante varios días", manifestó el especialista.
Acerca de la posible construcción del Ferrocarril Transcoreano, Lankov dijo que las inversiones en los proyectos corren muy altos riesgos.
"Incluso en caso de que la situación parezca estar segura, en cualquier momento pueden suceder cambios globales a gran escala. Por ejemplo, la derecha puede llegar al poder en el sur, o las autoridades norcoreanas pueden dar un giro de 180 grados. Además, algo puede pasar en Washington", proclamó Lankov.
En otras palabras, una vez arranquen labores de construcción, la parte rusa se convertirá en rehén de Seúl, Pyongyang, Washington o Pekín. Asimismo, en este caso, casi no dispondrá de posibilidades para influir sobre la situación con sus propias fuerzas, subrayó.
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"Es evidente que ningún empresario aspira a despilfarrar 5.000 o 10.000 millones [de dólares] en un área muy peligrosa. Este dinero se puede gastar en proyectos mucho más atractivos, ubicados en otros lugares", sostuvo.
Conclusión
"Digámoslo así. Antes de que la situación se estabilice no se puede hablar de ningún ferrocarril transcoreano ni de gasoductos transcoreanos. No obstante, la misma estabilización de la situación parece ser prácticamente imposible", explicó Lankov.
El especialista vaticinó décadas de inestabilidad en la península con cortos períodos algo más relajados, que irán cambiando a causa de nuevas crisis. En estas condiciones, no tiene ningún sentido invertir ingentes cantidades de dinero en proyectos de infraestructura a gran escala en el territorio de Corea del Norte, argumentó.
"Yo personalmente diría que tales inversiones constituirían un crimen político contra los intereses de Rusia. Rusia es un país rico, pero puede gastar 5.000 millones [de dólares] en otros proyectos de manera mucho más razonable", concluyó.
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