Habla de la transición de la 108 División Motorizada desde el valle de Charikar hasta el túnel de Salang, un paso estratégico de montaña en Afganistán que conecta la parte norte y la parte central del país.
"Es fácil ingresar tropas; es mucho más difícil retirarlas"
Este año se celebra el trigésimo aniversario de la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán, y esta fecha permite comprender mejor lo que sucedió, cree el director. "Es fácil ingresar tropas; es mucho más difícil retirarlas. Quisiera hablar sobre lo que las personas estaban pasando, cómo lograron salir del conflicto, detenerlo. Por supuesto, es un tema para un largometraje (y no un documental), porque hay una gran cantidad de psicología, relaciones humanas, vidas rotas y esperanzas de una nueva vida", expone Lunguín.
Según el director, al crear la película se inspiró en la personalidad de Nikolái Kovaliov que ahora es diputado de la Duma Estatal —Cámara Baja del Parlamento ruso— y una vez era director del FSB (Servicio Federal de Seguridad de la Federación de Rusia). Comenzó su carrera de oficial de inteligencia en Afganistán, fueron sus historias personales y recuerdos de aquellos tiempos lo que lo atrajeron al tema.
Lunguín intentó mostrar una guerra heroica, las muertes sin sentido de gente joven, que fácil es iniciar una guerra y qué doloroso es terminarla, pero se debe hacer. La película está dedicada a las cualidades espirituales y morales de un soldado soviético.
"Sé que los afganos recuerdan a los soldados soviéticos, al Ejército soviético con gran calidez y tienen muy poco afecto por los estadounidenses. Existe una sensación de que los rusos le eran más cercanos", dice.
"Nosotros mismos durante el rodaje vivimos un momento de hermandad"
La cinta habla del sacrificio fraternal que siempre ha distinguido al Ejército ruso. La fraternidad se muestra en cómo salvan a los demás al convertirse voluntariamente en rehenes de los muyahidines para retirar a sus colegas.
La cinta se filmó enteramente en Daguestán, en el suroeste de Rusia. Allí el equipo sintió el apoyo masivo de toda la población.
"Los residentes de Daguestán eran muy hospitalarios. Nos hicimos amigos de muchas personas que participaron como extras. Se nos permitió explotar la pirotecnia, jugar a una guerra. Los residentes no se quejaron, abrieron sus patios para nosotros. Nosotros mismos durante el rodaje vivimos un momento de hermandad", concluye.