Derrocar a Sadam Husein a toda costa. Fue lo que primero pensó, luego planeó, y más tarde ejecutó el Gobierno del, a la sazón presidente de EEUU, George W. Bush. Lo que vino tras la invasión, — que duró hasta el 1 de mayo de ese 2003, para luego convertirse en ocupación permanente con detenciones, abusos, torturas y ejecuciones exprés, incluida la del propio Husein —, es historia conocida, tanto, como la falsedad de los argumentos de Washington para sembrar en la región una barbarie que llega a nuestros días.
Esto es algo que no habla bien, ni de los Tribunales internacionales, ni de las organizaciones de derechos humanos que, dependiendo del lado en que sopla el viento, toman acciones, o las omiten. Así lo entiende el profesor al indicar que lo que ocurrió en Irak "demuestra que hay una doble vara de medir a nivel internacional, y que efectivamente no todos los muertos tienen la misma categoría desde el punto de vista del enjuiciamiento desde la perspectiva de los Derechos Humanos".
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Respecto a la conducta de EEUU de pasar por encima del Concejo de Seguridad de la ONU, si bien ningún país pudo hacer nada para evitar la invasión, sí comenzaron a abrirse grietas con algunos de sus aliados y que tuvieron consecuencias en la variación del modus operandi que ha adoptado posteriormente Washington, tanto en los casos de Libia como de Siria.
En este sentido, el analista incide en que "después del fiasco de la intervención en Irak, EEUU no se ha atrevido en ese avispero que ha contribuido a crear, a llevar adelante intervenciones similares. En los casos de Libia o Siria, lo que ha hecho es intervenir en la política interna, alimentando los enfrentamientos y la inviabilidad de una solución política a sus enfrentamientos internos, y dotando de armamento a una de las facciones aliadas, que por cierto varía, unos días son aliados unos grupos, y otros días son otros, demostración de la inestabilidad absoluta que se ha instalado en estos países, para provocar guerras civiles, más que intervenciones militares exteriores".
Otra consecuencia es que EEUU comenzó a espiar a los líderes de socios como Alemania o Francia, luego de que éstos expresaran su firme rechazo a la invasión. Un espionaje que a día de hoy tiene una denuncia que sigue caliente, pero aún sin consecuencias, indica Arriola.
De aquella época, también es muy recordada la famosa 'foto de las Azores', en las que quedaron inmortalizados los líderes de EEUU, Reino Unido y España de entonces: George W. Bush, Tony Blair y José María Aznar, los tres 'a una' con esta invasión, que al entender de muchos ha tenido como una de sus consecuencias más graves, los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid.
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El analista incide que "de aquella foto, publicada y republicada en los medios de comunicación habría mucho que decir de cómo se gestionan las alianzas a nivel internacional. Aznar apoyó la intervención norteamericana en Irak, no porque tuviera un interés especial en Irak, que no lo tenía de ningún tipo, ni siquiera indirecto que tuviera una alianza especial con Israel, que es otro de los actores que está interviniendo, sino todo lo contrario".
El experto explica que el presidente de España "apoyó aquella intervención por los intereses empresariales en América Latina. Un continente en el que las empresas norteamericanas y la Administración norteamericana tienen todavía una gran parte de la vara de mando. Son intereses espurios, ajenos a toda la retórica que se manejó en su momento de los derechos humanos, de la lucha contra un dictador, etc, que, insisto, no han tenido las mismas consecuencias penales internacionales que ha tenido otras barbaridades en otros países por parte de otros dirigentes políticos", concluye Joaquín Arriola.