La conclusión de los ecologistas es que "se trata de una práctica experimental, que utiliza enormes cantidades de agua potable que resulta contaminada con químicos, un riesgo que amenaza al medioambiente, porque no hay manera de calcular cómo se va comportar esa fractura en las rocas", dijo De la Fuente, coordinadora de la Alianza Mexicana contra el Fracking.
En efecto, la operación de los ductos para extraer hidrocarburos de rocas subterráneas se opera desde la boca del pozo para la captura del gas natural y crudo de esquisto, y es incierto su control a miles de metros de distancia, con inyección de lodos que lubrican y refuerza las paredes de los pozos.
La Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH) adelantó este mes de febrero que a finales de 2018 licitará, por primera vez en la historia petrolera del país, los primeros contratos para exploración y producción de gas natural y crudo de esquisto en la cuenca de Burgos, en el norte de México, una extensión de yacimiento de Eagle Ford, en Texas EEUU, donde se perfeccionó esa tecnología.
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En México ya existe un reglamento que fue presentado en marzo del año pasado por la Agencia de Seguridad Industrial y Protección al Ambiente (ASEA) y la Comisión Nacional del Agua, con lineamientos de seguridad industrial, operativa y protección al ambiente, para proyectos de gas y petróleo no convencionales.
De la Fuente señala que los peligros consisten en la penetración de sustancias químicas a otras capas del subsuelo, que pueden migrar a fuentes de agua, contaminando los mantos acuíferos.
"La experiencia indica que esos accidentes no se pueden controlar, por la condición experimental de esa tecnología", puntualizó la experta que integra el centro de investigación y análisis Fundar.
Autorregulación empresarial
Otra grave deficiencia de las normas en México es que otorga a las empresas petroleras la posibilidad de regularse a sí mismas.
Si las autoridades ambientales no tienen capacidades presupuestarias, "sean reales o no, la empresas buscan ahorrar costos de producción de hidrocarburos, evitando uso de tecnología ambiental responsable", dijo De la Fuente.
Por ejemplo, el manejo del agua residual contaminada por el uso de lodos con químico no responde a criterios de impacto ambiental.
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Una de las técnicas cuestionadas por los ecologistas es el almacenamiento del agua contaminada en el subsuelo, conocidos como "pozos letrinas", que pueden sufrir filtraciones, con riesgos de contaminación de mantos acuíferos.
El uso intensivo de agua en esa técnica es de tal magnitud que se requieren de al menos nueve millones de litros de agua para fracturar un pozo, al cual se le añade una gama de productos químicos tóxicos, que convierten a esos recursos en inutilizables.
El peligro es similar al uso intensivo de agua en la minería que produce flujos masivos de lixiviados, con riesgo para todas las especies vivas, humanas, animales y vegetales.
De la Fuente afirmó que este tipo de recursos energéticos va en contra de los compromisos internacionales firmados por México, de producir en 2050 la mitad de su energía con fuentes limpias o verdes.
Sismos fuera de control
Otro impacto son los sismos de hasta 5,6 grados de intensidad que generan los cambios de presión en el subsuelo, por el manejo de las aguas residuales.
La Alianza Mexicana contra el Fracking ha presentado solicitudes a Pemex basadas en la ley de transparencia desde el año 2010.
Como resultado la petrolera estatal Pemex reveló por mandato legal que ha fracturado al menos 28 pozos no convencionales en tres estados del norte del país: 14 en Coahuila, ocho en Nuevo León y seis en Tamaulipas, que no alcanzan niveles de producción comercial.
Esa tecnología le permitió a EEUU romper su récord de producción arriba de los 10 millones de barriles diarios, logrados en 1970.
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Las empresas petroleras estadounidenses han esperado durante muchos años la apertura de México a la inversión energética extranjera en sus campos de esquisto, y el marco legal ya está listo para su ejecución.