Primero Bush hijo, luego Obama y ahora Trump. Ninguno de los tres últimos líderes estadounidenses pareció dispuesto a estrecharle la mano al presidente ruso, Vladímir Putin. Tampoco a reducir las tensiones. Razón por la que se hace necesario hacerse una pregunta clave: ¿la naturaleza de estas relaciones es el resultado de la mala voluntad de sus dirigentes o existen causas subyacentes que no dependen de ellos?
Todo depende de China
"No vale la pena esperar que las relaciones entre Estados Unidos y Rusia mejoren, independientemente de quiénes acaben dirigiendo ambas naciones. El carácter de esas relaciones lo definen acontecimientos más globales en los que el trato bilateral entre Rusia y EEUU se deriva del de las relaciones entre Estados Unidos y China", subraya Migranián.
Washington lo sabe y la prueba está en la política contraria a los intereses económicos —y a veces políticos- de China que practica desde la llegada de Trump al despacho oval.
La trampa de Tucídides y la III Guerra Mundial
Graham Allison, conocido profesor de la Universidad de Harvard y antiguo asesor del Pentágono, define la turbulenta relación que se avecina entre EEUU y China como la trampa de Tucídides, historiador y militar ateniense del siglo V a.C. que describió la guerra entre la todopoderosa Esparta y la incipiente Atenas de su tiempo. El rápido ascenso de esta última amenazó el dominio de Esparta, lo que llevó a un conflicto que se conocería como guerra del Peloponeso.
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Allison sostiene que en la historia ha habido 16 casos en los que el ascenso de una gran nación trastocó la posición de otra dominante, y que en 12 ocasiones el conflicto llevó a una guerra. La principal conclusión de Allison: el crecimiento de China es imparable.
El papel de Rusia
En el contexto de una posible contienda entre ambos gigantes, explica Migranián, crece la importancia del papel de Rusia. Su enorme arsenal nuclear, su extenso territorio y sus vastos recursos naturales pueden hacer que el apoyo del país decante la balanza a favor de uno u otro.
Los estrategas de Washington lo saben perfectamente y, a pesar de ello, no creen que la mejoría de las relaciones con Moscú "convierta a este en su aliado en caso de guerra con China". Precisamente por eso en Washington la estrategia que se sigue es la de acabar con Rusia, señala Migranián. Algo que llevan intentando desde hace años. "Para que Rusia no tenga ni voz ni voto en los asuntos internacionales".
"El objetivo es neutralizar a Rusia y, como esta le cubre la retaguardia a China, hacerle ver a esta última que existe una amenaza procedente de Rusia. Más tarde, establecer un gobierno en Moscú que se mueva al son de los intereses de Washington en su cruzada contra China. En lo últimos años vemos pistas en esta dirección", alerta Migranián.
Sin embargo, no cabe esperar que Washington consiga su objetivo, entre otras cosas, por la delicada situación por la que están pasando tanto Estados Unidos como sus socios occidentales. El país está exhausto tras casi dos décadas enfrascado en guerras interminables a lo largo del globo.
"Además, a Rusia no se le puede hacer daño. La única forma de que sufra, como demuestra su historia, es mediante conflictos y luchas internas. Así las cosas, a medio plazo la presión externa no hace sino consolidar a la sociedad y el poder de Rusia".