Después de la desintegración de la URSS, Rusia se encontró cara a cara con problemas tanto internos como externos. Por ello, durante los desastrosos primeros años "del mandato de Borís Yeltsin y la mafia surgida tras la caída del comunismo, que golpearon la economía del país y despilfarraron las riquezas estatales" los árabes no recibían mucha atención, recuerda Najah Abdalla Suleiman, el columnista de Al Hayat.
Ahora, las relaciones ruso-árabes van recuperándose después de casi dos decenios de cierta distancia. El regreso de Rusia se caracteriza por un cambio significativo de los objetivos prioritarios de la política exterior del país.
Le puede interesar: ¿Cuál es la nueva configuración de poder en Medio Oriente?
Para la Rusia soviética, la promoción de las ideas bolcheviques y la competencia con Estados Unidos eran los intereses principales durante la Guerra Fría, mientras que el Estado ruso postsoviético se concentró en fines más pragmáticos.
Por lo tanto, en lo que se refiere a la región árabe, la política rusa se orienta más a los problemas energéticos y económicos, y evita que se refuercen varias corrientes del islam, señala Suleiman.
"Los factores sociales y religiosos no limitan las relaciones de los rusos con otros pueblos", y Rusia ya no busca crear un bloque-contrapeso al transatlántico, aunque va resistiendo el aumento de la influencia occidental en las cercanías inmediatas del antiguo Imperio ruso, opina el autor.
La política rusa en la región es variable, así que no hay guiones pre-establecidos para interpretar sus acciones y objetivos, ya que se basan en los intereses estratégicos y el pragmatismo, sobre todo, económico.
Pero si la economía rusa crece, el país va a ser un socio cada vez más firme y útil para todas las partes interesadas, concluye el columnista del medio árabe.
Lea también: "No a todos les gusta que Moscú encabece el proceso de solución en Siria"