"Muchos de los rivales de Irán miran las protestas en las calles de Teherán como aves carroñeras que dan círculos en el cielo del desierto. Los esfuerzos chiíes de Irán dirigidos a aumentar su influencia en Oriente Medio han hecho que se gane muchos enemigos", explica Simon Tisdall en su artículo para The Guardian, quien señala a Arabia Saudí como una de las principales aves carroñeras.
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El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman Saud, calificó al líder supremo de Irán, Alí Jameneí, como el "nuevo Hitler de Oriente Próximo".
"En su afán por aislar a Irán, asestar un golpe a Catar y a otros países árabes del golfo Pérsico y asegurarse el control en su propia casa, el joven Salman se ha ganado fama de imprudente (…) Nadie sabe realmente hasta dónde está dispuesto a llegar".
Estados Unidos, aliado de los saudíes, apoya las revueltas en las calles de Teherán y todo lo que haga peligrar el Gobierno de Hasán Rouhaní, cuya legitimidad, explica Tisdall, surgió de las urnas hace menos de un año.
"Que Netanyahu tema una reacción violenta es, probablemente, una sabia elección. [A diferencia de Estados Unidos,] Israel está en la línea de fuego si la cosa se descontrola [en la región]".
Y es que el país hebreo afirma que Irán ha incrementado el suministro de misiles y armas a Hizbulá en el Líbano y a los militares palestinos en Gaza. Le preocupa cada vez más la seguridad de su frontera de facto con Siria en los Altos del Golán.
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La idea de que un Irán debilitado y herido pueda atacar es suficiente para que la satisfacción israelí fruto de las protestas sea comedida. Las represalias de un Irán en esas condiciones serían impredecibles tanto para Irak como para Siria, así como para Turquía y Rusia, actualmente aliados de Teherán, concluye el artículo.