Los columnistas Serguéi Valchenko y Dmitri Strugovets reflexionaron en un artículo para el medio ruso Izvestia sobre los avances en el desarrollo de las fuerzas nucleares de Rusia.
La proporción de armamento moderno en la tríada nuclear de Rusia alcanzó en 2017 el 79%. Está previsto que, para el año 2021, las fuerzas nucleares con base en tierra estén equipadas con nuevas armas al 90%.
La modernización del arsenal se produce gracias a la entrada en servicio de nuevos sistemas de proyectiles, que son capaces de atravesar la defensa antimisiles del enemigo. Sobresalen en particular los misiles de combustible líquido RS-28 Sarmat —Satan 2, según la designación de la OTAN—.
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Otro as en la manga de las fuerzas estratégicas rusas es el proyectil RS-26 Rubezh de combustible sólido, el heredero de los ICBM Topol y Yars.
El año que viene la Marina de guerra de Rusia se hará con el submarino de misiles nucleares del proyecto 995A Príncipe Vladimir, equipado con proyectiles Bulava. Además, para finales del 2018, la tasa de armamento moderno en las fuerzas estratégicas alcanzará el 82%.
Las FFAA de Rusia ampliaron las rutas de la aviación de largo alcance con el objetivo de mantener el equilibrio estratégico. Las aeronaves ya vuelan hoy en día sobre las aguas de tres océanos: Ártico, Pacífico y Atlántico.
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Los militares alcanzaron este objetivo gracias a la entrada en el servicio de seis nuevos radares Voronezh y la modernización de tres radares ya existentes: Darial, Dnepr y Volga. El sistema permite monitorizar los lanzamientos de ICBM del enemigo a una distancia de entre 5.000 y 6.000 kilómetros.
El componente terrestre del seguimiento de los lanzamientos de misiles estará complementado con el espacial. Este diciembre empezó a funcionar el sistema espacial unido, capaz de localizar el lanzamiento de un ICBM.
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La élite política y militar rusa ha reiterado en numerosas ocasiones que la paridad estratégica permite evitar una carrera armamentística agotadora. La seguridad nuclear está en un nivel óptimo, de manera que a Moscú no le hace falta tener cantidades excesivas de proyectiles atómicos, concluye al análisis de Izvestia.