Esta es la historia de un hombre perverso que, incluso al ser juzgado por sus crímenes contra la humanidad, se mostró desafiante al asegurar que no se arrepiente de nada. Su condena está enmarcada en la megacausa de la principal cárcel clandestina de la dictadura, la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), iniciada en noviembre de 2012. En este proceso judicial se acusó a 68 personas (14 de ellas murieron a lo largo del proceso), y se analizaron delitos cometidos en contra de 789 personas.
Tras el golpe de Estado de 1976 Astiz cumplió funciones en ESMA. Un año más tarde adoptó la identidad de Gustavo Niño para infiltrarse en la organización que intentaba ubicar a personas desaparecidas por el Gobierno de facto, Madres de Plaza de Mayo. Su estrategia consistía en hacerse pasar por un familiar y por medio de un abrazo o un beso los marcaba para que los grupos paramilitares secuestraran a sus víctimas. Esa fue la suerte que corrieron Azucena Villaflor, Esther Ballestrino y María Ponce, fundadoras de la organización.
También selló el destino de las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet, quienes tras permanecer cautivas en el centro de torturas fueron arrojadas al agua desde un avión militar en en los llamados "vuelos de la muerte".
A pesar de haberse jactado de estar entrenado para matar, Astiz se rindió sin disparar una sola bala durante el conflicto. Sin ofrecer resistencia fue tomado como prisionero por las fuerzas británicas.
En 1990, Francia lo condenó en ausencia a prisión perpetua por los crímenes de las monjas, recibió la misma condena por parte del Estado italiano y del español, cuando el juez Baltasar Garzón solicitó su captura y extradición junto otros militares argentinos acusados de genocidio.
En 2004, fue procesado en la megacausa ESMA y puesto en una cárcel militar. En 2007 el exmarino fue trasladado a una cárcel común, donde aguardó el juicio. En 2011 recibió la primera condena a prisión de por vida e inhabilitación absoluta y perpetua, que fue confirmada en 2014. El 29 de noviembre de 2017, durante el tercer tramo de los juicios, Astiz, uno de los máximos símbolos del terrorismo de Estado argentino, volvió a ser condenado a cadena perpetua.
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Pese a todo esto, el inescrupuloso genocida aseguró ser un perseguido político y, ante el tribunal se mostró provocativo al afirmar que jamás pediría perdón por "defender a su patria". "Me encuentro preparado para recibir un ilegítima condena que va a hacer como una condecoración que llevo con orgullo en mi pecho", manifestó antes de conocer la sentencia.
Los crimenes de la dictadura argentina de la que partició y aún defiende este criminal de sangre fría dejaron 30.000 desaparecidos.