La CIA y la NSA: las manos que mueven los hilos
En su entrevista a Sputnik, Perkins explica que la CIA y la NSA operaban a través de la consultora Chas T. Main mediante el Banco Mundial, mediante la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional y mediante el mismo Departamento del Tesoro de Estados Unidos, con el que la consultora tenía firmado un contrato de cooperación con Arabia Saudí.
"De forma que la empresa en la que yo trabajaba obtenía dinero de esas instituciones y, a su vez, pagaba por esos trabajos. Nosotros no teníamos contratos reales con la NSA ni con la CIA. Todo se hacía, por cuanto sé, a través de terceros, de intermediarios y subcontratistas", explica a Sputnik.
Insiste en que nunca tuvo contacto directo con nadie de la NSA o de la CIA, aunque no descarta que algunas de las personas con las que hubiese tratado durante su tiempo en Chas T. Main fuesen agentes de Estados Unidos encubiertos "sin tarjeta de visita". Apunta a que la persona que le contrató como economista jefe en la consultora "era reservista en el Ejército de Estados Unidos" y que, "lo más probable" es que fuese quien tenía contacto directo con las agencias norteamericanas.
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Perkins distribuía los préstamos procedentes del Banco Mundial entre los países en vías de desarrollo creyendo que con ellos se financiaban sus economías y su desarrollo. Pero esos fondos no llegaban a la población y servían a los intereses de la política exterior estadounidense en esos países, normalmente aquellos con suculentos yacimientos de petróleo.
La tapadera perfecta
"La NSA, la CIA y demás agencias del mismo tipo a menudo utilizan a las empresas que tienen negocios económicos aquí y allá. ¿Por qué? Porque es una tapadera perfecta. Lo que hacen es utilizar a esas empresas para que, en secreto, trabajen para ellas", revela Perkins a Sputnik.
Al principio, explica, estaba seguro de que su trabajo ayudaba a que aquellos países en vías de desarrollo mejorasen sus economías.
"Porque nosotros lo que hacíamos era invertir dinero en ellos para que creciesen. Y, de hecho, crecían, como demostraban las estadísticas. Pero después de un tiempo empecé a darme cuenta de que las inversiones iban a parar a un reducido número de familias adineradas en esos mismos países, a las empresas norteamericanas y, evidentemente, a la misma empresa para la que yo trabajaba".
Pone de ejemplo el caso de Ecuador y de Indonesia, a cuyos gobiernos se les ofreció dinero con la condición de que lo utilizasen para mejorar las infraestructuras del país únicamente si en ellas participaban compañías estadounidenses como Halliburton o General Electric.
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"Y a la vez, la mayoría de la población de esos países, gente pobre y muy pobre, continuaba sufriendo y su situación económica seguía siendo deplorable. Me llevó años darme cuenta de eso y lo supe, en parte, porque hablo un poco de español (…) y cuando iba por las calles de esos países y hablaba con la gente veía lo mal que vivía".
Perkins acabó dejando su trabajo en Chas T. Main después de saber la verdad.
"Acepta la oferta y no escribas el libro"
"Esa gente me dijo: 'acepta la oferta y no escribas el libro'. Así que me sentí presionado y al principio escribía libros sobre otros temas. Solo muchos años más tarde escribí 'Confesiones de un sicario económico' ('Confessions of a Economic Killer'), mi libro más conocido", explica a Sputnik.
Perkins denuncia ahora que las motivaciones de las grandes empresas y multinacionales son sus propios intereses y que ignoran las consecuencias de sus actos.
"El mundo está atrapado en un sistema económico y en una guerra constante que lo amenazan", alerta a Sputnik.
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