Antes de irse, la mujer y sus compañeros de viaje solicitaron una reunión en la Embajada rusa. Allí explicaron que querían ir a Crimea para ver lo que está ocurriendo 'in situ' con sus propios ojos para saber si la situación se corresponde con la imagen de Crimea que dan los medios de comunicación occidentales.
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"Después de una semana en Crimea —tres días en Yalta y tres en Simferópol— regresamos sanos y salvos, sin encontrar un solo soldado. La vida era normal y corriente en todos los lugares que visitamos. Fue incluso agradable", subrayó la mujer al medio.
Lo que vimos en Crimea
La población de Crimea es multinacional, allí viven representantes de 130 nacionalidades distintas. Berget y sus compañeros pidieron presentarlos a la diversidad étnica y tuvieron esa oportunidad, conocieron a gente en diferentes lugares, cafés, etc.
Tres idiomas —el ruso, el ucraniano y el tártaro— gozan en Crimea de los mismos derechos, a diferencia de Ucrania, donde el ucraniano va gradualmente convirtiéndose en el idioma dominante camino a ser único, como consecuencia del golpe de Estado de 2014 que allanó el camino a los partidarios de las ideas nacionalistas.
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También pidieron organizar reuniones con funcionarios en Simferópol. Estas fueron reuniones serias, aunque hubo algunas notas humorísticas, por ejemplo cuando preguntaron si nos habíamos encontrado con muchos soldados.
"La imagen falsa dada por los medios occidentales es tan absurda que aquí solo causa risa", comenta la mujer.
También destaca que los problemas que las sanciones occidentales crean a la gente común causan indignación. De hecho cuesta entender su propósito, según ella. No obstante, las sanciones también tuvieron su parte positiva, abriendo nuevas oportunidades.
Patriotismo
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Gente común argumenta que apoya la reunificación con Rusia, que fue su elección propia, no una violación del derecho internacional. Y se sorprenden de que sea un problema para Occidente si no es ningún problema para ellos, agrega la autora.
"Crimea es utilizada y retenida como rehén para justificar nuestra [europea] hostilidad, el aumento de nuestras armas en la frontera con nuestro vecino ruso. Por lo tanto, ¡debemos continuar viajando a Crimea! Allí somos bien recibidos", concluye.