Fuera de Rusia, el nombre de Arjánguelsk no resulta muy familiar. Ni siquiera el castellanizado Arcángel le dice mucho a la mayoría. Si acaso, algunos lo asocian con el Ártico, pues ha sido punto casi obligado de partida de las expediciones históricas que lo conquistaron.
Pero llegar a Arjánguelsk puede significar el descubrimiento de la fascinante historia que guardan sus calles y edificaciones y que cuentan con orgullo sus pobladores.
Porque lo que pocos forasteros conocen es que alguna vez fue de las ciudades más importantes de Rusia y hasta de Europa, punto de confluencias culturales y comerciales.
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Desde su fundación en 1584, fue el puerto más importante de Rusia, hasta la creación de San Petersburgo en 1703. Así, en su momento, a Arjánguelsk llegaban todos los barcos de Europa hacia el imperio ruso. Desde allí era más fácil viajar a Londres que a Moscú. Las modas de París hacían escala en la ciudad en su camino hacia la capital rusa. Arjánguelsk fue el primero en muchos aspectos, desde el lugar donde se construyó el primer buque de Rusia, a la sede del tranvía más norteño del mundo…
La villa fue fundada oficialmente por Iván el Terrible en 1584 con el nombre de Novojolmogory, nombre que fue cambiado por el actual en 1613 en honor del vecino monasterio.
Desde finales del siglo XVI, Arjánguelsk se convirtió en el centro del comercio exterior ruso, aportando hasta el 60% del tesoro estatal. El crecimiento comercial implicó el desarrollo de la ciudad.

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Después de un par de siglos de esplendor, el nacimiento de San Petersburgo provocó que Arjánguelsk entrara en una profunda decadencia en el siglo XVIII, pero el comercio volvió a florecer en el siglo XIX tras completarse la línea del ferrocarril con Moscú.
En 1920, la ciudad fue tomada por unidades del Ejército Rojo. Curiosamente, a pesar del ateísmo del estado soviético, el nombre de la ciudad nunca cambió.
Durante los años de la Gran Guerra Patria (como se conoce en la historiografía rusa a la Segunda Guerra Mundial) Arjánguelsk fue de las ciudades más golpeadas, sufriendo una cantidad de bajas civiles solo superado por las del bloqueo a Leningrado. En esos duros años de guerra, Arjánguelsk fue uno de los principales puertos en recibir las cargas de los países aliados.









Hoy Arjánguelsk tiene mucho que mostrar. La ciudad es la capital de la región homónima, la mayor del Distrito Federal del Noroeste y una de las más vastas de Rusia, con 587.400 kilómetros cuadrados. A pesar de que al llegar el frío suele recordarte que estás en el mismísimo Ártico, vale la pena conocer este sitio de gente paradójicamente cálida, un lugar que conserva ese aire a la vez señorial y provinciano, en grandiosos monumentos o simples casas antiguas de madera, con su rica historia y peculiar encanto. Y con un poco de suerte, hasta puedes disfrutar de una aurora boreal. Las puertas están abiertas.