La cancha es un oasis en mitad del desierto. Los niños sueñan con emular al gran 'Apache' Tévez mientras intentan gambetas y pases imposibles, pero, cuando levantan la cabeza, no ven las gradas de La Bombonera repletas, sino edificios desconchados y descoloridos que los devuelven con fiereza a una realidad áspera, la del día a día en uno de los barrios más humildes de Buenos Aires.
En las calles de la Villa 31, ubicada en el corazón de la capital argentina, puede contemplarse de cerca el rostro más humano de esta comunidad. Javier Samaniego García, arquitecto, artista y educador popular, y Mirella Churqui, una de las 129 delegadas de la Villa 31, revelan en exclusiva para Sputnik el día a día de esta zona porteña.
Javier, arquitecto de profesión, con años de experiencia dictando talleres a comunidades no académicas, trabaja en la Villa 31 desde 2009 impartiendo cursos de urbanismo para adolescentes y niños.
Uno de los proyectos más importantes que ha sacado adelante es la creación de un mapa de la zona, necesario para la construcción de la identidad. Este mapa fue un trabajo conjunto con los adolescentes de la villa, quienes salían a relevar y volvían para dibujar.
Uno de los testimonios más desgarradores y un claro ejemplo de las situaciones que se viven allí tiene que ver precisamente con la carencia de las condiciones más básicas: "Cuando el mapa fue presentado por el grupo a los referentes políticos de la comunidad, entre ellos se encontraba una dirigente que hace unos años perdió a su hijo porque no había podido llegar la ambulancia, ya que no había un mapa para poder llegar", relata Javier.
Buenos aires: dos mundos, una ciudad
La villa, para Javier Samaniego, "es un testimonio del proceso histórico de Argentina: en momentos de crisis, la villa se repobla, pero también en momentos de bonanza económica, porque la comunidad de la Villa 31 es parte del sistema económico del resto de la ciudad".
En efecto, la historia y proceso de formación de la villa refleja la historia del país. Una muestra de esto es que sus primeros habitantes fueron los europeos en las primeras décadas del siglo XX. Ahora hay allí más habitantes provenientes de Paraguay, Bolivia y Perú y, en menor medida, de Chile y Uruguay. También hay chicos de Senegal y argentinos oriundos de otras provincias del país.
Mirella Churqui, una de las delegadas de la comunidad, es, como muchos de los vecinos, boliviana. Sus padres emigraron cuando ella tenía tan solo dos meses. Ahora la dirigente tiene cuatro hijos nacidos en Argentina.
La mayoría de ellos trabaja en la construcción, son albañiles. De esto también nos habla Mirella: "Vos vas a una obra de construcción y ¿quién está trabajando? Un boliviano o un paraguayo de la villa. Argentinos no vas a ver y ellos no piensan en eso. Gracias a los inmigrantes tienen lo que tienen, edificios, oficinas, lo que sea".
El imaginario colectivo y la Villa 31
Sin embargo y a pesar de la importancia cultural, económica e histórica de la villa, este ha sido un territorio fuertemente estigmatizado.
Los vecinos tienen que combatir día a día esta estigmatización. Mirella cuenta cómo a la hora de buscar trabajo, los vecinos tienen que colocar otro domicilio, ya que "no te toman acá de la villa".
"La estigmatización negativa nace con la villa misma, vos leés los primeros reportes de los policías que empezaban a hacer los primeros desalojos por allá, por los años 30, y tenían un alto nivel de prejuicio", explica Javier.
Desafortunadamente, este prejuicio todavía existe y uno de los ejemplos más evidentes tiene que ver con el narcotráfico: "En la televisión, cuando hablan del narcotráfico, no se sabe por qué, pero aparece una imagen de la Villa 31 sin relación con el caso", relata Javier.
"El villero es el responsable de todos los males de la ciudad (…) Hay una especie de georreferenciación del delito en esos territorios, cuando la gran mayoría de los habitantes son trabajadores, empleados de la construcción", explica el también artista.
No obstante, no todo está perdido. Hay un tercer referente que reivindica al barrio. "La Villa 31 es sinónimo de la identidad, de la lucha, de la resistencia, de la colectividad, de lo híbrido. La Villa 31 es producto de inmigraciones de países limítrofes y de migraciones internas".
Las diferentes 'villas' de América Latina: la favela
A pesar de que el proceso de creación de cinturones marginales al borde de la ciudad no es un fenómeno exclusivo de Argentina, la villa tiene características únicas que la diferencia de las favelas brasileñas o de los barrios venezolanos.
Javier, quien también trabajó en las favelas, sostiene que estas "no son el resultado de un proceso de migración tan fuerte. (…) Las escalas de las favelas son mucho más grandes, por lo que es mucho más complejo (…) Hay también diferencias físicas, las favelas están generalmente en los morros, se hacen visibles, mientras que las villas están en las planicies".
Aunque, por supuesto, hay puntos en común, puesto que "son la representación del hábitat popular y el proceso de las comunidades subalternas territorializadas".
Sin embargo, la principal diferencia es que "el habitante villero tiene otra conciencia política porque el argentino tiene una participación política mucho más fuerte", asegura el arquitecto.
Los intereses del sector inmobiliario y la relación con el Gobierno
Actualmente, en la villa se está llevando a cabo un proceso de urbanización junto con el Gobierno de la ciudad, que no está exento de problemas. Uno de ellos tiene que ver con la manera en la que se está gestionando el proyecto. Según Javier, los vecinos no han podido participar en todas las reuniones técnicas. Incluso, para muchos esto es simplemente un proceso de gentrificación encubierto.
Entre los proyectos polémicos, hay uno que plantea mover la autopista que atraviesa la villa, un proyecto ambicioso y bastante costoso. De acuerdo con los vecinos, este dinero podría destinarse a proyectos más necesarios.
Para muchos, las inmobiliarias están involucradas en estos proyectos, ya que están interesadas en el espacio que ocupa la villa en la ciudad. "No nos olvidemos que la Villa 31 es el espacio limítrofe en áreas de gran interés del sector inmobiliario y que ellos, a su vez, son los que pagan las campañas de los políticos", afirma Javier.
Sin embargo, el propio educador reconoce que el Gobierno ha colocado a la villa en la agenda política y que eso es ciertamente una mejora. "No quiero decir con esto que no hay desde el Gobierno de la ciudad políticas que mejoren las condiciones de vida de los villeros. Pero además de ser deficientes, no resuelven el problema estructural de los vecinos. (…) Acá el Gobierno de la ciudad usa dinero para objetos para tirar la goma de mascar, pero no se pone dinero para solucionar el problema con las redes eléctricas".
Precisamente, este problema fue el que causó el incendio por el que Mirella perdió toda su casa. La propia dirigente nos lo cuenta: "Yo el 31 de mayo sufrí un accidente muy grave, un incendio en mi casa. Mis hijos y yo perdimos todo (…) Si no fuera por amigos, vecinos, organizaciones, yo seguiría parada. Todo lo que me ves es ropa donada (…) [El Gobierno] vino a ver lo de los cables solo después de que falleciera un vecino".
"Solo queremos que nos escuchen"
En gran medida, la situación actual de la villa solo se puede entender tras constatar la magnitud de su crecimiento. Cuando los padres de Mirella llegaron a la Villa 31 solo había 40 familias. Ella misma la describe como una "isla, con casitas chiquitas por todos lados". Ahora tiene 10 barrios dentro de sí. Este crecimiento ha sido posible, en parte, por la organización de los vecinos.
El habitante de la Villa 31 tiene tres funciones y gracias a ellas es más sofisticado que un ciudadano porteño: porque además de vivir su vida, tiene que construir su propio barrio, tiene que hacer sus propias calles, tiene que recolectar su propia basura y, sobre todo, tiene que discutir cosas que le van a permitir organizarse para poder enfrentar de alguna manera a sectores externos".
Así, cada sector de la villa tiene un delegado. En total, hay 129 delegados y un consejero por cada barrio. Estas personas representan a los vecinos y tienen contacto con el Gobierno de la ciudad. Entre ellos se han organizado para tener un micro y una ambulancia, para la recolección de residuos. De acuerdo con Javier, "no les queda de otra".
Entonces, ¿cuál es la solución? Para Mirella y Javier la respuesta es muy sencilla: los vecinos solo quieren ser escuchados.
"Es por eso que es tan importante el fenómeno que se ha dado en los últimos años, el de impartir talleres de arte, de cine, de fotografía, de todo tipo de expresiones culturales que posibiliten modos de representar a la villa desde el cariño, desde entender el lugar desde adentro, no tanto desde afuera, no de una manera exótica ni pintoresca", sostiene Javier.
Los villeros, como se conocen en Buenos Aires a los habitantes de la villa y como ellos mismos se autodenominan, solo quieren tener la oportunidad de poder definirse más allá de los conceptos impuestos, de poder representar su vida más allá de los estigmas y las imágenes negativas que se han difundido sobre ese territorio. No parece un pedido irracional.