En la Villa 31 viven más de 40.000 personas en cerca de 10.000 casas; cerca de la mitad son inmigrantes peruanos, bolivianos y paraguayos. El desempleo y la informalidad laboral duplican los promedios de la ciudad.
Casi siete jóvenes no terminan la educación secundaria frente a tres en el resto de Buenos Aires. Un 74% de la población no tiene cobertura médica contra un 19% en el conjunto de la capital argentina. Sus habitantes tienen apenas unos escasos 0,8 metros cuadrados de espacio público, en comparación con los seis metros de los demás vecinos.
Durante décadas se ha debatido qué hacer con la Villa 31, nacida en la década de 1930 con el nombre de "Villa Desocupación", la villa del Padre Mugica, el sacerdote argentino vinculado al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo que fue asesinado por la ultraderechista Triple A en 1974.
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Separada del resto de la ciudad por las vías de tren, en los últimos años la villa tuvo un crecimiento vertiginoso. Muchos fueron los intentos de erradicar a su habitantes, por las tierras privilegiadas que ocupan en el corazón porteño, pero ante los fracasos de estas políticas coercitivas, ganó la opción de integrarla y convertirla en un barrio con todos los derechos y obligaciones.
Desde la entrada por la calle Perette, en todas partes se pueden ver trabajadores colocando adoquines, mezcladoras de cemento, plazas en construcción, frentes de casas en reparación, al tiempo que se están edificando modernos edificios y escuelas. Las calles del barrio muestran un enorme dinamismo, en una mezcla de culturas que recuerda a cualquier ciudad peruana, boliviana o paraguaya, con sus jugos, sus comidas, sus empanadas y su música.
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Sputnik conversó sobre el ambicioso plan de transformación con Diego Fernández, secretario de Integración Social y Urbana de la Ciudad de Buenos Aires, cuyas oficinas se encuentran ubicadas en el mismo barrio.
"Es un proyecto de desarrollo humano. Estamos trabajando con las 40.000 personas que viven en el Barrio 31 para poder generar una integración social efectiva con el resto de la ciudad de Buenos Aires para que todos formemos parte de la misma experiencia de vivir allí", resume.
"Hoy hay enormes diferencias entre las condiciones de la gente que vive en el barrio y en la ciudad. Desarrollar y permitir que los vecinos del barrio tengan las mismas oportunidades y responsabilidades es el objetivo fundamental del proyecto", agregó.
Fernández explica que hay cuatro ejes de trabajo. El primero es el de 'Integración social y capital humano', que abarca salud y educación. De los dos centros de salud existentes con seis consultorios cada uno, se aspira llegar a tres centros y 30 consultorios en 2019, además de lo cual se está implementando la historia clínica electrónica y el médico de cabecera.
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En educación, se propone construir el Polo Educativo María Elena Walsh con tres escuelas de nivel inicial, medio y adultos y capacidad para 2.000 alumnos, la obra más grande del Ministerio de Educación de la ciudad. Este organismo también mudará su sede al nuevo Polo, donde trabajarán a diario 2500 personas, en una obra financiada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), por un valor de 52 millones de dólares. El mismo BID planea dejar sus oficinas en el microcentro porteño para instalarse allí.
Fernández compara el barrio con una habitación en una casa, que lleva cerrada 80 años, y adonde los demás vecinos rara vez van. "Queremos cambiar eso, que vengan personas a trabajar", dijo.
Si no se puede, se tomará otra medida. Es el caso de las 1.100 que están debajo de la autopista, para cuyo reemplazo se está construyendo un nuevo complejo habitacional al lado del barrio.
El principio es que "toda vivienda mejorable se mejora, porque es lo que estableció la ONU" en la conferencia Hábitat III en Quito, destaca Fernández. La Nueva Agenda Urbana adoptada en el encuentro internacional llevado a cabo en la capital ecuatoriana en 2016 establece que fortalecer el arraigo debe ser el principal objetivo de cualquier política de hábitat, explicó el funcionario.
En el CeDEL también instaló una oficina Horacio Rodríguez Larreta, el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, a la que asiste varias veces por semana.
También se abrió una oficina de la administración de impuestos nacional y de la ciudad. En dos meses, 500 personas se anotaron para formalizar su condición frente al fisco, relató el funcionario: "Estar en la informalidad es caro. Es carísimo no tener acceso al microcrédito y no ser parte de la economía formal, que permite acceder a un sinfín de prestaciones".
En el barrio hay una activa vida económica: hay 800 comercios y 300 puestos de feria, y el plan es ayudarlos con cursos, capacitaciones y regulación impositiva.
El cuarto eje es 'Integración urbana', en palabras de Fernández, "liberar la cancha" y garantizar a los vecinos los servicios básicos disponibles en el resto de Buenos Aires. "No se puede pedir a un vecino que su hijo termine la secundaria si tiene que caminar por calles de barro y vive sin cloacas", dijo.
El 100% de la infraestructura —cloacas, desagües, pavimento, iluminación pública, agua potable y todos los tendidos de servicios— debe estar terminado para diciembre de 2018 para que todos tengan los mismos derechos que los que viven "al otro lado del tren", según Fernández.
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La idea es que los vecinos empiecen a pagar. "Es caro estar colgados de la luz, pierden electrodomésticos, sus hogares corren riesgos, el principal problema son los incendios por conexiones eléctricas informales", y por eso la gente quiere regularizarse, tener una tarifa social, "pagar menos, pero pagar, porque eso les da dignidad", comentó el secretario de Integración.
"El vecino quiere poder tener sus responsabilidades y cumplirlas y si tiene un inconveniente pedir ayuda, pero quiere formalizar su situación, salir de la irregularidad", agregó.
El otro aspecto de la integración urbana es mejorar la conectividad con la ciudad mediante un plan de movilidad y la incorporación del transporte público, porque el barrio está cortado de la ciudad por "un río de trenes".
Uno de los temas más polémicos es la propuesta de hacer un nuevo trazado de la autopista Illia, la principal ruta de acceso al centro porteño desde el norte, que pasa por encima del barrio y lo divide en dos. La idea es transformar el actual tramo en un parque en altura y en un punto de conectividad urbana, al estilo del 'High Line' de Nueva York.
Fernández cree que este proyecto va a ser una gran atracción. "Cerramos un convenio con la Universidad de Harvard y la de Buenos Aires y estamos haciendo un concurso arquitectónico que termina en diciembre. Los dos proyectos ganadores los vamos a subir a internet para que los vecinos voten", informó.
En cuanto al apoyo social del proyecto, el funcionario aseveró que tienen "mucha conexión con el barrio". En esa relación a veces hay puntos de acuerdo y otras veces no. "Pero si hay un vínculo, cuando aparece un problema lo podemos resolver, porque nos conocemos, sabemos quiénes son, saben quiénes somos", apuntó.
"Hoy somos parte del barrio y el barrio es parte de nosotros", destacó. "La única forma de hacer estos proyectos es generando vínculos reales, el vínculo tiene que existir porque estamos trabajando juntos", subrayó.
Hablando de ejemplos o inspiraciones, Fernández comenta que han tomado experiencias de Medellín, Perú, Santiago de Chile y Río de Janeiro. "Hace solo 20 o 30 años empezaron a verse proyectos de este estilo en el planeta. En 1900, el 94% [de la población mundial] vivía en la extrema pobreza, en 1970 era el 50%, el año pasado era el 9,8%", dijo.
Para Fernández, las dos políticas con más consenso mundial son las de cuidar el medio ambiente y las de hábitat, tratar de que todos podamos vivir mejor. "La cuestión es cómo hacemos para que los mil millones de personas que viven en asentamientos informales se puedan desarrollar y vivir mejor".