Según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), tras el brote de la violencia en el estado de Rakáin del Norte en agosto pasado, 589.000 rohinyás abandonaron en dos meses Birmania, trasladándose a dos campamentos de refugiados situados en el Bangladés limítrofe, donde ya estaban alojados más de 200.000 de sus congéneres.
"Serias violaciones de derechos humanos siguen registrándose en Rakáin del Norte, el acceso allí está muy restringido, lo que socava seriamente nuestras posibilidades de evaluar las necesidades y prestar ayuda", reveló Lowcock, al intervenir en el acto inaugural de una conferencia internacional de donantes en que se tratará la ayuda a los rohinyá.
El alto comisionado de la ONU para Asuntos de los Refugiados, Filippo Grandi, al declarar que apoya los planteamientos de Lowcock, dijo: "Si no dirigimos nuestras miradas a las causas de la crisis en Birmania, no veremos su fin y tendremos que pedir más dinero", y al mismo tiempo expresó dudas respecto a la posibilidad de conseguir una estabilización en el futuro próximo.
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El director general de la OIM, William Lacy Swing, a su vez indicó que el número de los rohinyás se acerca a los 900.000 en Bangladés y que "la situación exige reacción inmediata", a pesar de que se asignan colosales recursos, la demanda aumenta sin cesar, constató.
Los rohinyás se establecieron en Arakán (antiguo nombre de Rakáin) a finales del siglo XIX y a principios del XX, durante la época colonial cuando los británicos alentaron su traslado desde Bengala Occidental a un territorio con escasa mano de obra agrícola.
Birmania, una nación mayoritariamente budista, deniega ciudadanía y derechos civiles a esta comunidad musulmana de unos 1,1 millones de personas, alegando que son inmigrantes bengalíes.