Mario Vargas Llosa fue galardonado con el premio literario ruso Yásnaya Poliana por su más reciente novela, 'El héroe discreto'. Durante la entrega del reconocimiento, el también Premio Nobel de Literatura se mostró emocionado por volver a visitar la finca Yásnaya Poliana, donde vivió el novelista ruso universal León Tolstói, uno de sus grandes referentes.
"Hace siete años vine a conocer la casa de Tolstói y desde luego fue una experiencia maravillosa. Pero esta vez lo ha sido todavía más, gracias a la belleza que el otoño le da a Yásnaya Poliana".
El premio Yásnaya Poliana es un galardón de literatura que anualmente entrega el Museo León Tolstói. Lleva el nombre de la finca donde vivió el gran escritor ruso. La categoría de mejor obra de literatura extranjera del premio Yásnaya Poliana se creó en 2014 y se otorga a escritores no rusos cuyas obras fueron traducidas a esta lengua.
Sputnik tuvo la oportunidad de hablar con el reconocido novelista.
Entre los lectores de literatura rusa existe una especie de dicotomía entre Tolstói y Dostoievski. ¿A qué 'bando' se uniría usted, o cree que no existe ese dilema?
La gran ventaja de la literatura sobre el mundo comercial es que en este último, si un producto se impone desplaza a los otros. En el campo de la literatura no es así. Si un libro tiene éxito, crea lectores para otros libros, es por eso que las confrontaciones en el mundo de los libros me parecen inútiles. Es maravilloso que en una misma época convivieran escritores de la grandeza de Tolstói y Dostoievski. Y la gran ventaja para nosotros, los lectores, es que podemos quedarnos con ambos. Los dos son grandes escritores, marcaron profundamente su tiempo y han tenido discípulos en el mundo entero que siguen de alguna manera sus líneas literarias.
Yo he leído a Dostoievski con una inmensa admiración, con verdadero deslumbramiento y terror, porque yo recuerdo su obra 'Los demonios' —traducida también como 'Los endemoniados' o 'Demonios'—. Es un libro que lo acerca a una especia de locura humana que pocos escritores han sido capaces de describir y que él nunca pintó de manera gozosa. O el discurso del Gran Inquisidor de 'Los hermanos Karamázov'. Es un autor que ha sido capaz de describir con palabras esa sensación de terror, de crueldad, es el infierno encarnado lo que sale de boca del Gran Inquisidor.
Ahora, yo tengo una preferencia por Tolstói, porque el tipo de novela que a mí me gustaría hacer tiene que ver con ese tipo de novela total que él creó. Cuando uno lee 'Ana Karénina' y sobre todo 'Guerra y paz' encuentra toda una sociedad en marcha, donde aparece tanto lo más elevado del poder —como los palacios maravillosamente descritos, los salones, los bailes, el interior de una clase opulenta, privilegiada— como también el sector más humilde, marginado, los pobres soldados. La historia pasa de los palacios a los campos de batalla. Tolstói es un maravilloso descriptor de lo épico y la acción que hay en las batallas.
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El personaje principal de 'Guerra y paz' no es un hombre de acción, ni un poderoso, ni un humilde. Es un héroe discreto. Ese tipo de literatura yo lo siento afín a mi propia idiosincrasia.
Usted ha leído mucho la literatura rusa y, como recientemente confesó, 'El maestro y Margarita' de Mijaíl Bulgákov. ¿Cuándo se leyó usted esta novela, antes o después de escribir 'La tía Julia y el escribidor'? Porque tienen algunos paralelismos.
He leído mucha literatura rusa en traducciones porque, desgraciadamente, no leo ruso. Pero creo que, sobre todo en el siglo XIX, la narrativa rusa fue una de las más ricas y diversas del mundo, y particularmente para el tipo de novelas que me gustaría a mí. Es la novela que entre comillas llamaría la 'novela total', de gran complejidad, con muchas tramas que se confunden al final en una sola historia. Son novelas que pretenden competir de igual a igual con la realidad, mostrando todo el movimiento y el funcionamiento de una sociedad.
¿Prefiere leer la literatura rusa en inglés o en francés? ¿No está contento con las ediciones en español?
Depende de las traducciones. Hay traducciones al español que son muy buenas, por ejemplo, Dostoievski tiene un gran traductor. Pero a Tolstói lo leí primero en francés porque me dijeron que la traducción de 'Guerra y paz' de Tolstói en esta lengua era una obra maestra como traducción.
Durante su viaje por Rusia ha dado muchísimas entrevistas y en una afirmó que en el mundo actual se está reduciendo cada vez más el espacio del arte elevado y la cultura se está convirtiendo en un entretenimiento. ¿Podría desarrollar esta idea?
Es una de las grandes problemáticas de nuestra época. Por una parte es un tiempo en el que se está llevando a cabo una extraordinaria revolución de los medios de comunicación, algo que tiene un aspecto muy positivo, en el sentido de que hoy día es muy difícil controlar la información. El viejo sueño de todas las dictaduras de controlar la información y hacer llegar al público solo aquello que el poder desea es prácticamente imposible en nuestros días. Eso es, desde luego, muy positivo.
Hay algunos filósofos que consideran que eso es bueno, porque, dicen, al fin tenemos una cultura democrática que llega a todos sin excepción. Pero yo creo que el abaratamiento de la cultura conlleva una gran peligro, porque si la cultura se vuelve puro entretenimiento, pura diversión, también desmoviliza, desarma muchísimo el espíritu crítico que ha sido su gran contribución al desarrollo de la humanidad.
Desde hace poco, los medios de comunicación han estado ganándole cada vez más espacio a la cultura en lo que respecta a los conocimientos sobre el mundo que nos rodea. En su experiencia propia, ¿considera que la imagen sobre Rusia que difunden los medios es fiel a la realidad?
Esa es una tradición que quisiera que se mantuviese en el mundo, en el que, por desgracia, los libros están siendo derrotados por las pantallas. Espero que la tradición del libro se mantenga al pie con las pantallas, porque creo que no solo la cultura en sí, sino que también la cultura democrática se empobrecería enormemente si las pantallas derrotan a los libros.