Sebastian Kurz, 31 años, líder del partido cristiano-demócrata Partido del Pueblo (OVP, en su acrónimo alemán) se va a convertir en el nuevo Canciller (jefe de gobierno) de Austria. Con más de un 31% de los votos, supera a los socialdemócratas del SPO y a los nacional-populistas del Partido de la Libertad (FPO), que a la hora de escribir estas líneas se mantenían igualados en torno a un 27%. A falta de contabilizar el voto por correo, la única incógnita era saber qué partido ocupará el segundo puesto.
Kurz, hasta ahora Ministro de Exteriores del gobierno de coalición entre cristiano-demócratas y socialdemócratas, se convierte así en la nueva figura de la política europea, desbancando al Presidente francés, Emmanuel Macron, como el dirigente más joven del Viejo Continente.
La victoria del OVP —tendencia Kurz— se ha construido en torno al debate que afecta a media Europa y que preocupa a la entera Unión Europea: la llegada masiva de refugiados y de inmigrantes económicos facilitada por la Canciller alemana, Angela Merkel, que en 2015 decidió abrir de par en par y sin controles, las fronteras de su país, sin contar con sus vecinos geográficos y sus socios comunitarios.
Robar argumentos al nacional-populismo
Kurz se atribuye, como responsable de la política exterior de su país, el cierre de las fronteras austriacas en 2016 a la llamada "ruta de los Balcanes" de la inmigración, la vía escogida entonces por cientos de miles de personas —y por las mafias— para acceder a los países europeos más generosos con la acogida, como Alemania, Suecia o la propia Austria, que recibió a 100.000 personas.
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Sebastian Kurz sabía que en un país donde la economía se porta relativamente bien y en la que se mantienen políticas sociales generosas desde hace décadas, solo un asunto como la inmigración, y especialmente la inmigración de ciudadanos musulmanes, podía sensibilizar y hacer reaccionar a una ciudadanía apegada a su identidad y a sus tradiciones, como la austriaca.
Sebastian Kurz se ha manifestado siempre partidario de una integración "exigente". Testigo del desastre que viven otros países europeos con la inmigración musulmana —como Francia— ya proponía hace años, por ejemplo, que la lengua alemana fuera obligatoria para todos los niños de origen extranjero antes de entrar en la escuela. Al mismo tiempo, Kurz ha combatido el entrismo del islam político en la sociedad austriaca, especialmente a través de las 150 escuelas musulmanas fuera del control educativo del Estado.
"Solo parejas con niños": las exigencias de los bálticos para acoger refugiados https://t.co/FiQvlLisuh pic.twitter.com/sUcCDjIhoP
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Los socialdemócratas han hecho una campaña anti-Kurz que ha incluido la creación de páginas falsas en facebook para denigrar a su rival. Ese juego sucio, inusual en un país como Austria, es un hándicap para pretender repetir con el futuro jefe de gobierno una nueva "grosse-koalition".
A unos les reprocha su juego sucio durante la campaña, pero eso es lo de menos. Kurz considera agotada la política de coalición con el SPO que ha marcado parte de la historia austriaca, pero que ha contribuido también a hacer invisible la diferencia entre unos y otros.
Otro sopapo a la Unión Europea
En cuanto a su posible matrimonio gubernamental con los populistas del FPO, la izquierda austríaca —y la europea— ya han lanzan su grito al cielo. Habría que recordar a los socialdemócratas austriacos —y a los europeos— que su formación no ha tenido reparos para aliarse con el partido "eurófobo y xenófobo" para gobernar en ciertas regiones del país, como en la de Burgenland, no más lejos que en 2015.
Más de 15 años han pasado y la Unión Europea ya no puede erigirse en policía del orden moral para sancionar una tendencia que se extiende por su territorio. Los éxitos del Frente Nacional francés, de Alternativa para Alemania, de los "Verdaderos Finlandeses", u otros partidos del mismo corte político han sacudido la escena europea, mientras la izquierda socialdemócrata se estanca y los conservadores deben robar argumentos a sus rivales más a la derecha para mantenerse en el poder.
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— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) 13 апреля 2017 г.
Sebastian Kurz ha recibido ya las habituales acusaciones de "islamófobo" y "xenófobo". Para él, está claro que no se puede mermar el sistema de protección social pagado por los austriacos con sus impuestos con la llegada masiva y sin control de inmigrantes. Y ese es uno de los mensajes más claros y, por lo tanto, mejor comprendidos por una mayoría de ciudadanos que tampoco quiere ver diluida su identidad y sus tradiciones en un supuesto e idílico multiculturalismo que está estallándole el rostro a los países europeos que lo aplicaron.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK