"Yo hice la autopsia del Che" es el título del libro que aparecerá con motivo de los 50 años de la muerte del argentino.
"Guarda todavía un olor a sudor, sangre y muerte", dice el relato del adelanto entregado a esta agencia, que recoge las órdenes militares que le dieron al galeno para alterar la autopsia, las anécdotas de las últimas horas del Che, y datos sobre quiénes fueron los participantes, según el testigo.
Abraham, quien evita hablar con la prensa y eligió la confianza de los autores de las memorias, era en aquel momento director del Hospital del Señor de Malta en Vallegrande, sureste de Bolivia.
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Allí conoció y trató a las autoridades militares que le dieron un rango de subteniente, y a los agentes de la CIA (la agencia de espionaje de EEUU), que rastreaban y perseguían en esa zona a la guerrilla del Che.
Abraham relató a los biógrafos "el reconocimiento del cadáver, la inyección con formol para conservar el cuerpo, la autopsia, el corte de las manos (del Che), obligado por el ejército ante el rechazo de cortarle la cabeza", como trofeo para los victimarios y prueba para los servicios de inteligencia.
Ese detalle, y la poco conocida realización de una mascarilla mortuoria artesanal, con parafina y gasas, son parte de relatos inéditos que a sus 78 años ofrece el protagonista, quien en aquel momento rondaba los 28 años.
Dos años después, en 1969, Abraham Baptista llegó para especializarse como oncólogo al Centro Médico de México, para casarse y radicarse en la central ciudad de Puebla, donde trabajó como médico de la seguridad social hasta su jubilación.
Jamás regresó a Bolivia.
El fin del silencio
Cuando se cumplieron 30 años de la muerte del Che, Abraham Baptista habló por primera vez con la cadena Televisa, aunque no fue más allá de generalidades.
Montagner dijo a Sputnik que, cerca de convertirse en octogenario, el médico puso fin a los años de temor a las represalias que podría sufrir, sobre todo su familia, por parte de los servicios de inteligencia del ejército de Bolivia y los altos mandos militares que han desaparecido, o incluso de la inteligencia cubana "en su afán de encontrar los restos del Che".
Cuando la autora le preguntó al médico por qué nunca antes quiso hablar de su experiencia, su respuesta fue: "por seguridad personal y familiar (…), me he negado a hacer declaraciones que (me) pongan en riesgo (…), pero ya es necesario que se sepa cómo pasaron las cosas que viví, ya no es un secreto".
El médico ofrece como prueba la camisa militar que llevaba puesta el Che con los agujeros de las balas y con la sangre del guerrillero.
"Un análisis del ADN (sobre el material genético preservado), podría demostrar si los restos en el Museo del Che en Santa Clara, Cuba, son efectivamente de él", planteó.
Abraham Baptista confesó a los autores del libro que "inventó el parte oficial de la autopsia del Che" por órdenes militares que algunos biógrafos citan.
El doctor ha dicho que "el Che parecía Cristo, las mismas monjas del hospital lo decían, tenía mucha presencia y los ojos abiertos, la melena y la barba crecidas, físicamente impresionaba e imponía respeto".
Según el relato, Guevara llevaba 10 calcetines en cada pie y una especie de huaraches o sandalias de cuero.
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El primer informe oficial que escribió el director del hospital describía siete impactos de bala y un tiro en el corazón, luego de su ejecución en el poblado de La Higuera, desde donde el cadáver fue trasladado a Vallegrande al atardecer del 9 de octubre de 1967.
Después lo tuvo que desmentir él mismo, para soportar la versión falsa de la muerte en combate.
Los peritos que examinaron los restos del Che en 1997, se basaron para su identificación en un falso informe del ejército boliviano como parte de la identificación de sus restos.
El análisis de la camisa y la comparación con los restos pondría fin a la discusión que aún existe al respecto.
Casi todos los protagonistas de aquel episodio histórico ya hablaron: los militares que estuvieron en el combate, los guerrilleros sobrevivientes, los disidentes de las guerrillas, los historiadores y biógrafos del Che, los agentes de la CIA, el recientemente fallecido expresidente cubano Fidel Castro y hasta los periodistas bolivianos.
"Faltaba la versión del único médico sobreviviente", el hombre que realizó la autopsia al Che y vivió de cerca aquellos enigmáticos días históricos en los remotos pueblos bolivianos de La Higuera y Vallegrande, dijo Montagner.