Al intervenir en el 36 período de sesiones del Consejo de Derechos Humanos, Zeid comparó la situación actual con "un ejemplo clásico de limpieza étnica".
Durante su discurso, el Alto Comisionado para los Derechos Humanos estimó en más de 270.000 el número de las personas que escaparon de la violencia a Bangladés durante las últimas tres semanas, pero otros representantes de la ONU ya apuntan a cifras mayores, de 290.000 o incluso 313.000 refugiados desde el 25 de agosto.
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Zeid calificó de "claramente desproporcionada" la operación que las fuerzas de seguridad birmanas lanzaron en represalia a los ataques de insurgentes rohinyás.
"Hemos recibido múltiples informes e imágenes satelitales de fuerzas de seguridad y milicias locales quemando aldeas rohinyás, así como denuncias coherentes de ejecuciones extrajudiciales, incluidos disparos contra civiles en huida", mencionó.
También exhortó al Gobierno birmano a "dejar de afirmar que los rohinyás están incendiando sus propias aldeas".
"Llamo al Gobierno a poner fin a su cruel operación militar, rendir cuentas de todas las violaciones que se han cometido y revertir el patrón de discriminación grave y generalizada contra la población rohinyá. Insto enérgicamente a las autoridades a que permitan a mi Oficina un acceso sin restricciones al país", declaró el Alto Comisionado.
Los rohinyás se establecieron en Arakán (antiguo nombre de Rakáin) a finales del siglo XIX y a principios del XX, durante la época colonial cuando los británicos alentaron su traslado desde Bengala Occidental a un territorio con escasa mano de obra agrícola.
Birmania, una nación mayoritariamente budista, deniega ciudadanía y derechos civiles a esta comunidad musulmana de unos 1,1 millones de personas, alegando que son inmigrantes bengalíes.