La última jugada fue el reciente ensayo militar de Pyongyang, presumiblemente la explosión subterránea de una bomba de hidrógeno, un acto que desató la alarma mundial, agudizó la división entre Washington y Pekín, y demostró mejor que nunca que la única salida razonable a esta crisis implica la negociación directa entre los dos actores.
El test provocó la histeria de las autoridades militares de Corea del Sur, que reaccionaron con declaraciones belicistas y ejercicios navales con fuego real. El miedo les llevó a considerar como una buena idea el despliegue de armas nucleares tácticas norteamericanas en la península coreana, un paso que desataría la carrera armamentística en esa zona de Asia y aumentaría de manera drástica el riesgo de un conflicto accidental. EEUU tuvo en territorio de Corea del Sur alrededor de 100 bombas atómicas, hasta que las retiró en 1991 el entonces presidente George H.W. Bush.
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Es obvio que el presidente chino, Xi Jinping, no va a aceptar una medida tan agresiva como ésa. Cerca del 90% del comercio norcoreano y casi todos sus suministros energéticos importados proceden de China. Un embargo de crudo llevaría al colapso del país y eso, a ojos de Pekín, podría incitar a Corea del Sur a invadir el norte y llevar así a un aliado militar de Washington a las mismísimas fronteras chinas.
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Pero también es evidente que los pasos que está dando Kim suponen un flagrante desafío a la autoridad de China en Asia. La prueba atómica se llevó a cabo justo durante la celebración, en la localidad china de Xiamen, de la cumbre de los países BRICS (el grupo de potencias emergentes formado por Brasil, Rusia, India, Sudáfrica, y la propia China), lo que restó mucho protagonismo a la crucial reunión multilateral.
El embajador chino, Liu Jieyi, no pareció muy afectado por la soflama de Haley y respondió que China "nunca permitirá el caos ni la guerra" en Corea. La posición de los chinos busca la desnuclearización de la península y contempla la "condena enérgica" del nuevo desarrollo tecnológico y armamentístico de Pyongyang.
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Corre prisa que arranque la negociación ya que, como advirtió Vladímir Putin, al término de la reunión de los BRICS, la crisis coreana puede desatar "una catástrofe planetaria". "Fomentar la histeria militar en tales condiciones carece de sentido; es una vía muerta", enfatizó el dirigente. El presidente ruso ofreció una línea de razonamiento muy interesante. Explicó que la intervención extranjera en Irak y el posterior destino de Sadam Husein colgado de una soga terminaron por convencer a Kim de que necesitaba las armas nucleares para sobrevivir. "Ellos (los norcoreanos) comerán hierba, pero no detendrán su programa (nuclear) mientras no se sientan seguros", explicó Putin.
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No se puede perder más tiempo. Suiza, un país de larga tradición neutral, ya se ha ofrecido como intermediario. Así lo anunció Doris Leuthard, la presidenta de turno de la Confederación Helvética. "Es el momento de sentarse en la mesa. Las grandes potencias tienen una responsabilidad", declaró Leuthard, haciendo gala de sentido común, un sentido que a veces es el menos común de todos.
El inquilino de la Casa Blanca se queda sin argumentos, porque Kim está haciendo todo lo que él dijo que no toleraría jamás. En otras palabras, corre el peligro de hacer precisamente lo que acusó a Barack Obama de hacer en Siria: trazar una línea roja y no respetarla después. Como dice el refranero, del dicho al hecho hay mucho trecho.
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Trump debe admitir que la opción militar es una locura total y que los norcoreanos le están ganando la partida de póker. Así que lo más razonable sería que dialogara en Suiza con su adversario y que en las negociaciones participe, por supuesto, una delegación china.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK