Al principio, los especialistas rusos equipados con radares y sondas acústicas descubrieron en el mar una construcción desconocida cuya forma parecía la de un contenedor.
Al principio, los especialistas sugirieron que podía tratarse de un buque de transporte nipón que, durante la época de la Segunda Guerra Mundial, abastecía a las tropas japonesas con armas y municiones y que, tras ser alcanzado por un torpedo, se hundió cerca de las costas.
Sin embargo, los buceadores subieron posteriormente a la superficie un pequeño fragmento de la nave en la que podía leerse Augsburgo, el nombre de una localidad alemana.
La historia de la navegación conoce muchos ejemplos de una embarcación perteneciente a un país que era vendida a otro, donde la bautizaban con otro nombre.
La expedición conjunta del Ministerio de Defensa ruso y de la Comunidad Geográfica de Rusia en la isla de Matua empezó a finales de mayo del 2017. Al menos 100 personas, más de 30 unidades de distintos equipos, el buque de desembarco Almirante Nevelskoi y el remolcador de rescate SB-522 participan en las maniobras.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Japón mantenía en la isla de Matua varias unidades militares. En particular, nueve fortines armados con cañones y ametralladoras que formaban parte de su guarnición.
Después de que Japón abandonase Matua, la ínsula empezó a formar parte de la URSS y se convirtió en otra base militar soviética. En 2000, su trabajo fue congelado. La Defensa rusa volvió a la enigmática isla en 2016 para redescubrir sus secretos. Así, ya se han descubierto varios aviones de la Segunda Guerra Mundial y una red de túneles subterráneos con búnkeres.
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