A pesar de la devastación abrumadora causada por la explosión atómica en Hiroshima, hubo sobrevivientes tras el ataque. Algunos de ellos lograron sobrevivir también a las heridas y los efectos de la radiación e incluso estar hoy en día con nosotros.
Sputnik les acerca las historias de tres 'hikabusha', como se llaman en Japón las personas que sobrevivieron al ataque nuclear.
Advertencia: la siguiente narración puede herir su sensibilidad
"Por todos lados se encontraban esqueletos incinerados"
Yamamoto Sadao tenía 14 años cuando Hiroshima fue borrada de la faz de la tierra. En el momento de la explosión estaba cultivando papas en la parte oriental de la ciudad. Aquel día decidió no ir a la escuela, y solo eso le salvó de la muerte: aunque recibió quemaduras por la intensa luz.
El día siguiente el joven fue a buscar a la familia de su tía, que vivía a unos 400 metros del epicentro. Allá todo había sido destruido, y por todos lados se encontraban esqueletos incinerados.
"El esposo de mi tía resultó vivo y logró alcanzar a los médicos. Pero pronto se puso más y más enfermo y murió por la radiación. Eso es aún peor que la muerte por la bomba, porque mata a las personas desde dentro", reflexiona Sadao, que llama a que las armas nucleares sean prohibidas a nivel internacional.
"Toda Hiroshima es un enorme cementerio"
Yamada Reiko tenía 11 años el día del bombardeo atómico, y no le gusta recordar aquellos momentos dolorosos. Sin embargo, se siente obligada a hablar de los horrores de las armas nucleares "para que otra gente lo sepa".
Vídeo: Una vida idílica: Hiroshima antes de la explosión atómica
Los cuerpos de los fallecidos en su mayoría fueron incinerados. El olor de la carne humana quemada estaba presente por toda la ciudad.
"El año siguiente sembramos papas dulces en nuestra escuela. Al cosechar las papas, encontrábamos regularmente los huesos humanos. Yo nunca me atreví a comerlas", dice.
"Toda Hiroshima es un enorme cementerio. Ahora vivo en Tokio, pero cada vez que visito Hiroshima me cuesta caminar por su suelo: ¿acaso hay otro muerto bajo mis pasos?"
"Tratamos de quemar el cuerpo de nuestro padre"
Yamavaki Yoshiro tenía también 11 años en 1945. La explosión de la bomba lo cegó temporalmente a él y a su hermano gemelo mientras la ola del impacto devastó su casa. Su padre no llegó a casa la tarde del bombardeo, y junto con su hermano mayor, los tres fueron a buscarlo en la planta donde trabajaba.
"La bomba explotó a unos 500 metros de la planta. Por todos lados estaban los cuerpos quemados y deformados, con los ojos blancos contrastando con las quemaduras. El río cercano estaba lleno de cadáveres", recuerda.
"No quisimos llevar a casa los brazos y decidimos recoger al menos su cabeza. Pero cuando el hermano tan solo tocó el cráneo, los huesos se desmoronaron y apareció un líquido blanco. Los tres ya no pudimos soportarlo y huimos del lugar", cuenta Yamavaki, actualmente de 83 años de edad.
Según él, su historia "ni siquiera es la peor". Muchísimas personas fueron quemadas vivas en sus casas o hasta hoy en día sufren de las consecuencias del bombardeo atómico, subrayó.