El líder rebelde Ntabo Ntaberi, conocido como Sheka, se entregó a las tropas de la misión de estabilización de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo (MINUSCO). El militar estaba prófugo desde 2011, cuando se emitió una orden de arresto en su contra por su implicación en una serie de violaciones en masa en aldeas del este del país, una zona convulsionada y enfrentada a crueles conflictos por motivos étnicos, entre otros.
"Sheka se presentó en la misión en total conciencia de que es buscado por el Gobierno de la República Democrática del Congo para enfrentar un juicio por presuntos crímenes", informó la MINUSCO en un comunicado.
Sobre el presunto criminal de guerra pesan además dos denuncias en el Tribunal Penal Internacional de La Haya. El primero de los procesos fue iniciado por un grupo de periodistas uruguayos y españoles que en 2013 realizaron una investigación en la zona de los hechos para denunciar la cruel situación a la que fueron sometidos los civiles de la zona. Sputnik habló con Álvaro Carballo, uno de los integrantes de este grupo, para entender cuál es el panorama que se abre a partir del arresto de Sheka.
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"[Sheka] empezó a perder apoyos y lo rebotaron en todos lados. Cuando empezó a perder aliados intentó buscar otros, pero la exposición que generó la denuncia hizo que no fuera recibido rápidamente en ningún otro grupo. Tenemos datos de que cruzó la frontera a Uganda y a Ruanda, donde ha tenido algún soporte histórico y esta vez no le funcionó", explicó el periodista.
El grupo de Carballo, integrado además por el uruguayo Armando Sartorotti y el español Julio Alonso, recabó en el Congo testimonios y pruebas de la masacre ejecutada por Sheka. Según el entrevistado, había más de 1.000 denuncias de violaciones documentadas (800 de ellas certificadas), 45 villas arrasadas, una cifra en el entorno de los 800 desaparecidos y un número similar de asesinatos atribuidos al grupo.
"Estamos hablando de una zona donde las construcciones son de barro y techo de paja. Después de un ataque contra un poblado, que podía durar cuatro días, prendían fuego todo literalmente", explicó el denunciante.
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Por otra parte, el comando de Sheka reclutaba a la fuerza a los niños de las aldeas, obligando a las familias a entregarlos bajo amenazas de asesinarlos.
"Nosotros consideramos que es un genocida que ha cometido delitos de guerra y de lesa humanidad, pero además delitos económicos, ya que es un traficante de minerales a gran escala", puntualizó Carballo.
Las memorias de las mujeres violadas son extremadamente crudas. "No me puedo olvidar más de una que dijo: 'Ya al violador número 30 me desmayé, perdí la cuenta y no sé cuántos más me agarraron", relató el entrevistado.
Sheka había declarado su intención de entregarse a fines de 2013, pero no se concretó. A último momento "desapareció del mapa". Ahora, que se efectivizó su captura, las MINUSCO lo transferirá a la ciudad de Goma, donde quedará a disposición de las autoridades congoleñas.
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La denuncia de Carballo, Alonso y Sartorotti contó con el apoyo de "un grupo muy grande y heterogéneo de gente" que, estremecida con la crueldad de la masacre, decidió elevar una denuncia ante La Haya. Seis meses después lo realizó la organización Human Rights Watch. No fueron pocos los obstáculos a los que se enfrentaron posiblemente, entre otras cosas, por los intereses económicos de las actividades mineras que emprende Sheka.
"Es horrible, pero sigue funcionando así: porque es África no importa. Cuando entrás a moverte en estas cosas e intentas conseguir apoyo, ves que no te prestan atención aunque tengas material muy pesado", concluyó Carballo.